lunes, 20 de diciembre de 2010

MOTES Y TOMATES

Uno ha tenido muchos motes en su vida. El más reciente me lo puso la hermana mayor del hermano menor de Montse, no me acuerdo de su nombre, que me puso el de "Chanquete" cuando me dejé esa barba que me hacía tan interesante. Pero antes ya había tenido otros muchos. Algunos los conozco porque me los han dicho a la cara o los he escuchado casualmente, pero otros no me han llegado y por tanto no os voy a hablar de ellos. Si alguien de vosotros sabéis alguno, podemos llegar a un acuerdo amistoso, tú me lo cuentas en secreto y yo te digo como te llamamos a tí.
Ya os conté que en la mili me llamaban "gafitas". Los periodistas del Mundial de motos me bautizaron como "El triste", porque trabajaba demasiado y no me apuntaba a sus frecuentes juergas. Los corredores del equipo de mountain bike fueron algo más crueles con los de "Don Pin-Pon". Tampoco estuvo mal el de "Pastor"; me lo puso el Secretario General de la Federación de Motociclismo cuando entré de Jefe de Prensa: "En tu vida podrás hacer lo que quieras, pero a la Federación no puedes venir vestido de pastor ni hacer fiestas aquí". Lo de las fiestas, aun no he conseguido descifrarlo, pero lo de "Pastor" lo acepto con honor. Primero porque uno de los tíos más geniales que he conocido es Alejandro, el pastor de Santamera, y para mi es todo un orgullo parecerme a él, pero sobre todo porque es verdad. Nunca he sido muy cuidadoso con mi indumentaria, lo polos están roídos, los jerseys los compro ya dados de sí y mis calzoncillos y calcetines son absolutamente felices por su inusitada longevidad. A San Francisco, encima, hemos traído muy poca ropa, pero aun así han conseguido venirse algunos viejos amigos. Unos calzones que compré con mi primer sueldo, murieron ayer; la goma se había descompuesto y estuvieron durante todo el día tocándome las pelotas... Literalmente. Ibamos de compras, lo que se lleva en esta época, y cada dos pasos tenía que hacer el obsceno gesto de meterme las manos dentro del pantalón para recolocar el envoltorio del paquete. Así que al llegar a casa y aprovechando los gustos de este país, los mandé al corredor de la muerte.
Pero no acaba ahí la cosa, hoy hemos ido a alquilar las botas y los esquís porque mañana nos vamos a Squaw Valley. No podéis imaginar como se le han abierto los ojos al chino que nos atendía en el alquiler cuando me ha pedido que me descalzara para medirme el pie y ha aparecido mi querido y viejo calceto con un tomate del tamaño de un kiwi, no sé si vertical u horizontal, pero muy grande.  Lo peor ha sido mi reacción para intentar salir del paso: "Ouh! I'm sorry. What a big tomato!"

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