Desde fuera, nunca me han gustado los camping abarrotados de gente, las tiendas unas pegadas a otras, oyendo las conversaciones y televisiones del vecino, soportando a los niños corriendo, gritando, levantando polvo por todas partes. Hay auténticos profesionales del camping. Alucino con el despliegue que llevan, mesas, sillas, focos, barbacoa, televisión, tendedero, perro, petanca.... Algunos hasta se llevan a la abuela. Un día vi a una familia que todos los días a la hora del aperitivo sacaba un bote de cinco kilos de aceitunas.
La última vez que fui de camping fue hace muchos años. Tantos que Diego y yo debíamos tener “veintipocos". Nos fuimos en una Vespa clandestina que tenía Diego. Clandestina porque sus padres no sabían nada de su existencia. Nos fuimos de Madrid a Murcia. La pobre moto iba al límite, cargada con mochilas sacos de dormir, tienda de campaña y nuestros cuerpos hermosos. Recuerdo un par de anécdotas divertidas de este viaje. Una el “todo recto" que nos hicimos en una curva llegando a La Manga. Nos dimos un buen susto pero no llegamos a besar el suelo. La otra, en realidad, tiene gracia ahora porque en su momento nos quedamos de piedra. La ruta empezó en Madrid y terminó en Mojácar, Almería, pasando por Málaga y Granada. El penúltimo día de viaje la guardia civil nos pilló cruzando la carrretera sobre la línea continua. Nos cayó una buena multa. Un mes después llegó la multa a casa de los padres de Diego. Su padre la abrió por equivocación y nos pilló la mentira. Pocas veces le he visto tan cabreado. Por tener moto y por mentirle. Diego también se enfadó con él por abrir una carta que no iba a su nombre.
Pasados muchos años, la experiencia del camping es distinta. Hasta me gusta y me parece interesante. Es un buen sitio para encontrar ejemplares únicos, como una señora que pasó esta mañana temprano luciendo bata corta por encima de sus rodillas tamaño descomunal y un camisón rosa con puntillas asomando por debajo. Llevaba la toalla, el bote de gel y el gorro de ducha en las manos. Otra ventaja ahora, es que no dormimos en el suelo sino en el motor-home. Si vas en los asientos de atrás tienes la misma sensación que si viajaras en tren y dormir la siesta en marcha con el traquetéo, es una gozada.
Además en los camping americanos hay muchas caravanas de diseño retro preciosas. De color aluminio y forma de huevo. Como diría Lucio, yo me pido una.
Cuña, que necesidad hay. Yo estuve una vez hace tambien muchos (aunque no tantos) años y prometi que nunca mas. Todo se mezclaba, los olores, los ruidos ( todo sonaba mucho), las conversaciones, las radios,..... donde esten las cuatro paredes y lo que viene siendo la intimidad.
ResponderEliminar¡¡¡¡¡¡ ALA MADRID ¡¡¡¡¡
La mujer del hermano mayor