viernes, 1 de abril de 2011

LA CASA DE AVIA (texto de Diego, publicado en El Mundo)

Mi casa está levantada sobre los escombros del que fuera su anterior estudio y su actual estudio está instalado en lo que era mi habitación de la infancia. Hicimos un trueque y salí ganando. Realmente salí ganando desde el momento en que me inscribieron en el registro como hijo de Amalia Avia y Lucio Muñoz. Crecer y vivir entre artistas es excitante. Realmente tiene todo ese encanto “bohemio” que la propia palabra desprende. Hueles a aguarrás desde que te levantas hasta que te acuestas, oyes martillazos de madrugada durante todos los días del año, te acarician manos maternas pringadas de óleo, desayunas con Purcell, te duchas con Tapies, comes con Thomas Bernhard, ayudas a tu madre a quemar el cuadro para oscurecer los tonos, meriendas con Antonio López y no veas cómo presumes en el colegio de ser hijo de célebres pintores. Un lujo.
Desde mi habitación a su estudio, desde la cocina a su dormitorio, la casa siempre fue mucho más que un museo, todo un ejemplo vivo del poder “contaminante” de la cultura. Ayer se quedó vacía. Sin nadie que lea sus libros, mire sus cuadros, escuche sus discos u oiga sus voces. Las voces de toda una generación del arte y la cultura del siglo XX, que acudían con asiduidad a las llamadas de Lucio y Amalia, a sus tertulias o simplemente a degustar el pisto que, como buena manchega, siempre preparaba (por supuesto, sin cebolla).
Tampoco se oye la vieja Olimpia que Amalia aporreaba para escribir sus memorias. Lo hacía con fuerza, con rabia, porque en cada tecla se estaba desprendiendo de mucho dolor almacenado durante años. Y sus lectores se sorprendían, como lo hacíamos nosotros, de ver cómo un ser humano era capaz de transformar el drama de perder a un padre y a dos hermanos y las miserias de la guerra y su mezquina posguerra, en tanta cordura y sensibilidad. Tenía mucho que contar y otro tanto que se calló porque consideró que sin Lucio, esos recuerdos ya no le pertenecían. Hace tiempo que dijo que se quería ir con él, pero no lo hizo, aguantó estos trece años con una enorme tristeza camuflada por esa fortaleza física que ha mantenido hasta el último momento. "Sin Lucio, seguiré viviendo pero ya no será mi vida, será otra cosa"-dijo-.
Y la silla de su estudio ha dejado de chirriar. Tantos años y no fuimos nadie capaz de echar aceite a las ruedecitas. Ya no va hacia atrás para medir con la vista y el pincel, adelante para acabar el detalle del balcón, a un lado para mirar alguna foto del portal más desconchado de la ciudad y a otro lado para subir el volumen de la Niña de los Peines o Manolo Caracol. El estudio sigue igual, con sus antigüedades; con su maqueta de la puerta de Alcalá como sello de la más madrileña de las pintoras, a pesar de ser de Santa Cruz de la Zarza; rodeada de libros (al fin y al cabo nació el 23 de abril, día del libro) y con sendos carteles en la pared de sus admirados Rothko y Hopper. Ese es el encanto de esta casa, el controvertido magnetismo entre abstracción y realismo, el choque de estudios, de estilos, de esposos… Tan distintos y tan parecidos. No sé si Amalia Avia era un referente o no del realismo como dicen hoy las noticias. Quizás era más bien una víctima, como todos los realistas, del escaso reconocimiento y glamour de la pintura figurativa frente a la abstracción. Una tendencia sólo rota por ese buque insignia que ha encabezado a toda la generación, llamado Antonio López. Cuántas veces hemos oído aquello de “qué gran pintor es tú padre, eso sí, a mí la que me gusta es tu madre porque yo no entiendo de arte”…Como si apreciar el realismo significase estar fuera de onda.
Dijo Camilo José Cela que Amalia era “pintora de ausencias” y así, como sus cuadros, se queda su casa, llena de ausencia. Aunque su otro legado en sus 80 años de vida, su familia, seguirá siempre agradecida y empapada de esa mágica atmósfera generada por dos personas maravillosas.
Eso sí, su simpatía, su alegría, sus despistes, sus genialidades, su cariño y su risa seguirán siempre aquí.  Que sería de esta casa sin la risa de Amalia…Puedo oírla.

5 comentarios:

  1. Estará mal que lo diga yo pero.....que bien escribe, se crece en los momentos difíciles.

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  2. Como las flores os las echáis vosotros....yo sólo digo que entrañable texto Diego.

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  3. Ya lo he leído como diez veces, y cada vez me gusta más.

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