miércoles, 20 de abril de 2011

EL PELUQUERO RACISTA

En un año, cada uno se corta el pelo tres o cuatro veces, lo cual, multiplicado por seis,  ofrece un buen catálogo de anécdotas. El último en pasar por el "Haircut" ha sido Lucio, simplemente para hacer unas pequeñas reparaciones o ajustes. Por decisión paterna fuimos a "Chicago's barber" en la calle Divisadero con Golden Gate, con la idea de cortarnos el pelo los dos. Cuando ya habíamos reservado turno, miramos alrededor y nos dimos cuenta de que eramos los únicos blancos en una peluquería repleta de gente. Nos entraron dudas. No por una cuestión racista sino por motivos técnicos y estéticos. Los negros, por lo general se cortan el pelo muy cortito y lo hacen con la maquinilla. De hecho, de los siete peluqueros que había trabajando, ninguno tenía en las manos unas tijeras. Pensamos en salir corriendo, pero podría ser mal interpretado, así que nos quedamos. Nos equivocamos.
El ambiente era muy divertido y agradable con un policía con pelo punky, algún chicano y mucho choque de palmas y puños para saludarse. A Lucito, el turno le tocó muy pronto, yo creo que nos colaron por ser blancos, pero a partir de entonces comenzó una faena lenta y acompasada que dormía al respetable como el mismísimo Rafael de Paula en sus últimas corridas. No sé Lucio, pero yo llegué a sentir pánico. Su peluquero, ya entradito en años, parecía no haber cogido las tijeras nunca jamás; nos recibió con la "moto sierra" en la mano y le tuve que parar los pies con un contundente "just one inch" que le rompió los esquemas. A partir de ahí un esperpéntico numerito. Se puso nervioso, empezó a subir y bajar el sillón, le cambió dos veces la toalla, se puso a peinarle a tirones, fue varias veces a consultar a sus compañeros, luego le hizo coletitas por todo el pelo (llegué a contar seis moñitos) y no llegó a meter la tijera hasta la media hora, ya cuando el "presidente" le iba a dar un aviso. El pobre hombre no tenía ni idea y además los nervios le atenazaron como al propio De Paula; a ello contribuyó también una llamada recibida en el móvil, hablando a través de ese siniestro auricular-micrófono de la oreja que aquí está tan de moda.
Lucito, que rápidamente se percató de que estaba en malas manos, se puso a llorar en el tercer tirón de pelo, me echó la bronca cuando le hice la segunda foto y se quedó dormido cuando le empezaron a cortar el pelo. El resultado no ha sido espantoso porque insistí tanto en que se lo cortara poco, que apenas se le nota. Y además conseguimos el otro objetivo que era que el "maestro" no cortara ninguna oreja. Lo que sí ocurrió es que el siguiente cliente, es decir yo, decidió dejarlo para otro día u otra peluquería. Después de una hora viendo un vídeo de los Harlem Globetrotters y quedándome dormido en un sofá mientras Lucito las pasaba canutas, decidí que mi pelo sí iba a ser un poco racista. Lo siento.

2 comentarios:

  1. Miente, antes de entrar por la puerta ya sabía que no era el mejor sitio para cortarse el pelo pero Diego por una buena foto es capaz de arriesgar la cabellera de su propio hijo......jejeje.

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  2. cobarde....
    http://www.flickr.com/photos/pousadalabonita/5167364717/in/set-72157625215398863/

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