sábado, 18 de diciembre de 2010

APARICIONES

Hoy, después de cuatro meses, ha aparecido el móvil que perdí la primera semana.
No se si ponerme contenta o triste. Contenta por haberlo recuperado y no tener esa sensación de inútil perdida que se me queda cada vez que pierdo algo y con la incertidumbre de dónde narices habrá ido a parar, o quién lo estará utilizando. Triste porque he pasado cuatro meses de tranquilidad sin tener que estar pendiente de si suena, si lo oigo o no, contestar llamadas, mensajes... y sobre todo por no tener que estar pendiente de no perderlo.
Evidentemente no lo había perdido en la calle, es imposible que hubiera aparecido después de tanto tiempo. Lo había perdido en casa.
Las cosas que se pierden en casa son mucho mas difíciles de recuperar. Se camuflan entre los miles de trastos que tenemos y cuando los buscamos pasamos a su lado y no los vemos. Al final siempre aparecen de la misma forma, cuando no las buscamos, de casualidad, por arte de magia. O en este caso cuando me puse a hacer las maletas para irnos a esquiar y decidí ordenar un poco el armario que estaba espantoso.
El caso es que Martín me dijo que hay una aplicación del ipad que marcando el número te dice donde está el teléfono a través de un mapa. Probamos y decía que estaba aquí. No le hicimos ni caso, suponiendo que señalaba el último sitio donde se había utilizado. Pero tenía razón.
La mejor aparición que me ha ocurrido fue una vez que al empezar el invierno me encontré en el bolsillo de un abrigo 100 euros, que alegría como si me hubiera tocado un pellizco en la primitiva.
Os adelanto que ahora ha sido Diego el que ha perdido su ipod.

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