sábado, 14 de mayo de 2011

EL DESTINO EN UN RETROVISOR

Me voy a dormir, pero no sé si lo voy a conseguir. Hoy ha sido un día extraño. Podría decir que malo, pero quizás debería afirmar lo contrario, que ha sido buenísimo. Desde luego que para el corazón no puede haber sido muy bueno; los sobresaltos nunca lo son. Quizás me tenía que haber esperado unos días para escribir la entrada de "El día en que volví a nacer", porque hoy sí que tengo esa sensación (la tenemos todos) y desde las doce del mediodía mi cabeza no para de darle vueltas a extrañas conjeturas sobre el destino, el tiempo y la casualidad. Voy al grano. Hoy viernes nos hemos saltado el colegio, hemos alquilado una inmensa furgoneta y hemos puesto rumbo a Yosemite con los abuelos y sus amigos. Los diez, felices y contentos a pasar el fin de semana en uno de los sitios más bonitos del mundo. Pues bien, cuando estábamos a mitad de camino, en la autopista que une Manteca y Modesto, circulábamos a unas 60 millas por horas por el carril central y he empezado a oír por mi ventanilla bajada el rugido de un vetusto todo terreno negro que sudaba aceite para adelantarnos. Cuando se ha emparejado a nosotros por la izquierda, de repente ha sonado un gran "clank" de motor, como si algo se hubiese enganchado, he mirado por el retrovisor y en décimas de segundo se ha quedado clavado en el asfalto, ha derrapado, se ha cruzado en la autopista y ha empezado a dar vueltas de campana, mientras otros coches se cruzaban en el asfalto y se montaba un escalofriante y dramático amasijo de hierros.
De momento no puedo dar más información porque en internet no he encontrado nada. Montse, que también lo ha visto por el retrovisor, está igual de impactada e inquieta. No sabemos si en el coche iba una persona o varias, si hombre o mujer, si joven o viejo, nada. Pero sabemos, de buena fe, que no ha hecho nada para sufrir ese castigo. No iba muy deprisa, no ha hecho nada peligroso ni reprobable, pero ahora no sabemos ni si existe. Y ya no os cuento todos los que iban detrás. ¡Puta carretera!.
Los Muñoz y las tres generaciones de Gómez estamos bien, aunque dándole vueltas a la cabeza sobre lo que hubiera pasado si el accidente ocurre dos segundos después. Ya hablé de la suerte en una entrada. También he confesado muchas veces mi agnosticismo, amnesia, anestesia o como se diga... Vamos, que no creo en cosas raras, pero hoy he visto pasar el destino por el retrovisor y desde entonces tengo un nudo en la garganta.
Y por si fuera poco, cuando hemos llegado al hotel, nos hemos bajado todos de la furgoneta, yo me he ido a hacer el check in y cuando he vuelto, Lucio no estaba por ningún lado. Nos hemos puesto todos como locos a buscarle por el hotel y alrededores con gran angustia porque la recepcionista nos acababa de advertir de que en esta zona hay osos y pueden atacar. El destino volvía a aparecer, ahora en forma de oso Yogui, cuando Simón, mucho más listo que los Muñoz Gómez, le ha encontrado dormido en el último asiento de la furgoneta-autobús que llevamos. Por lo demás, tranquilos, que estamos todos muy bien.

3 comentarios:

  1. Porque no podíamos, ibamos todavía rodeados de coches y camiones y cuando podíamos parar ya era mucho más lejos y ya estaban parados decenas de coches. Hubiera sido realmente peligroso, con los niños y todo.Intentamos buscar a alguna patrulla para avisar, pero no encontramos.

    ResponderEliminar
  2. Algunos se piensan que estoy desganada porque no escribo comentarios. ¡Que va! Es por no ser pesada, pero contestarè mas a partir de ahora. Que impresión y que susto. No me quito de la cabeza ¡Pero que hizo ese pobre que iba en el coche para pegarse ese tortazo! Nada pobrecillo, que injusto. No pudimos parar y menos mal que la reacciòn de Diego fue seguir y no intentar frenar de golpe ni hacer movimientos bruscos, nos habrían dado por detràs seguro o habríamos volcado. La primera regla en asistencia en carretera es no ayudes si al hacerlo puedes poner en peligro a otras personas. El que debe parar es el que va detràs y no delante.

    ResponderEliminar