domingo, 8 de mayo de 2011

HABLANDO CONMIGO MISMO

Lo de hablar solo es un síntoma de vejez. También lo es de locura, pero esa cuesta más reconocerla. Alguna vez hablo conmigo mismo, es cierto. Tiene su encanto porque siempre te escucha tu interlocutor y no te lleva la contraria, pero es algo triste, como lo de comer solo en un restaurante, siempre que lo hago me doy mucha pena. En el fondo también es porque me da mucha pena la gente que va hablando sola por la calle; en un principio siempre me sale el instinto cotilla e intento oír lo que dicen pero pronto me doy cuenta de que son cosas sin sentido o que yo no les entiendo porque además de desvariar, lo hacen en inglés.
Mira que cada uno necesitamos nuestros momentos de tranquilidad, de estar sólos con nosotros mismos y cuando lo conseguimos, lo disfrutamos, pero qué distinto es cuando es por obligación cuando hablas sólo porque no tienes nadie que te escuche o porque te hierve la sangre. Eso me ha ocurrido esta mañana. Cuando los niños se han marchado al colegio, me he dado cuenta de que se me había olvidado darle una medicina a Martín, pero he pensado que cuando pasase por debajo del mirador para ir al parque, se la podía tirar. Les he oído, me he asomado y le he llamado; cuando Tincho se ha girado y le iba a tirar la pastilla, la profesora se ha vuelto y ha empezado a gritarle como un energúmeno para que volviera al grupo y retándome a mí se lo ha llevado sin pastilla y con el rabo entre las piernas (donde tiene que estar).
Y desde ese momento llevo hablando solo. Primero, mientras me vestía y peinaba, he hecho un repaso de todos los insultos que me sé en inglés y los he ido practicando en tono ascendente. Después, mientras corría sofocado hacia el parque, me iba diciendo "cálmate Diego, cálmate". He llegado, le he hecho una caricia de complicidad a Martín y le he dado su pastilla. Acto seguido he ido a ver a la señora Sargento (es su nombre real) y le he explicado lo ocurrido en un tono poco amigable. Ha intentado justificarse hablando de la seguridad del grupo y otras estupideces y allí se ha quedado, hablando sola. Era su turno. Yo me he vuelto a casa y he seguido con los insultos pero ya en tono descendente.
Y casualidades del destino, acaba de llegar un formulario de internet con una encuesta del colegio para que valoremos a los distintos profesores... Mira que no me cabreo fácilmente, pero me da que la Sargento va a pasar a soldado raso. Dumb! *
*Lerda!

4 comentarios:

  1. ¡VAMOS! ¡VAMOS! ¡VAMOS! (Mis hijos lo entienden, jejeje)

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  2. Ten paciencia con los profesores, están sobrecargados de trabajo, manejar a un grupo de niños es muy dificil, tienen entre sus manos una gran responsabilidad, pueden tomar decisiones equivocadas -como todos- pero siempre con una buena intención, bla bla bla bla...

    Besos

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  3. Jajajajaj si mama lo entendemos....

    Lucia

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  4. Diego, tu desahogate, que para la salud de uno mismo es lo mejor. El rencor se acumula en el higado y es mucho peor. La tenias que haber insultado y hasta agredido, pero en español para que le jodiera mas.

    la mujer del hermano mayor

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