Llevo unas semanas impresionada siguiendo las imágenes que nos llegan de Egipto, Libia, Yemen, Marruecos, etc. Desde el viernes, el día del terrible terremoto en Japón estoy obsesionada con todo lo que he visto; la ola gigante arrasándolo todo, las explosiones en las centrales nucleares, los miles de muertos y damnificados. Terrible.
Nos conmocionan las cifras de los desastres, de muertos, heridos, huérfanos, desplazados, pero conocer una sóla de esas historias con nombre y apellido, ponerle cara es lo que nos hace darnos cuenta de la verdadera dimensión de la tragedia.
Uno de los jubilados está casado con una japonesa que pasa temporadas en su país cuidando de su madre que cumplirá noventa y cinco. Desde el viernes cuando tembló Japón no ha aparecido por el café. No sabía nada de él ni tenía forma de averiguarlo.
Pero hoy, después de muchos días le he visto aparecer con su gorra y sus vaqueros y me ha contado que efectivamente su mujer estaba en Japón pero en el suroeste del país donde vive su suegra y están bien.
Hoy tengo un buen motivo para estar contenta.
La foto de los niños me gusta mucho, aunque Dieguito tiene un aire raro... no sé qué será... ¡¡ahora caigo, no se le ven las orejas y hace muy extraño!!
ResponderEliminarBesos madrilenses
Es verdad parece que lleva peluquín, jajaja.
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