Hoy he llevado a Lucio al colegio como cada día. Las últimas semanas ha llovido mucho. Y cuando digo mucho, me refiero a días en los que han caído cubos de agua con fuerte viento, el paraguas se te da la vuelta y yo, no exagero, he despegado del suelo unos segundos como Mary Popins. En el pequeño patio que hay para los pequeños se han formado varios charcos enormes. El suelo es de arena y uno de ellos, más que un charco parece un lago.
Después de entrar en clase de Lucio y despedirme de él he visto algo que me ha parecido genial. Varios niños han decidido meterse en los charcos, todos bien preparados con sus botas de agua y pantalón chubasquero.
Recuerdo a mi hermano Carlos con tres o cuatro años en los días de lluvia en Madrid. Diego y yo le llevábamos de paseo. No había un sólo charco en todo el barrio sobre el que no pisara. Es una de las situaciones que más feliz puede hacer a un niño. Por supuesto el primer charco en el que saltaba estaba delante del portal de nuestra casa y siempre salía el portero, el hombre más antipático que he conocido en mi vida, no a regañar al niño sino a Diego y a mí. " Digo yo que ya son mayorcitos para hacer estas tonterías", decía Inocente. Todos los porteros del mundo tienen nombres raros.
Como decía, se ha montado la marimorena en el patio. Cinco niños atraviesan un charco tan contentos, el agua les llega más arriba del tobillo. En el charco-lago un renacuajo ha decidido coger un barreño grande, se ha metido dentro y os lo juro, ha empezado a navegar por él. Varias madres han sacado sus teléfonos para inmortalizar la escena, que era tronchante, me he ido corriendo a buscar a Lucio para que participara pero no me ha dado tiempo, qué pena...... Ha aparecido una profesora-sargento de primer grado y les ha echado a todos.
Lo más divertido ha sido ver como las madres disimuladamente guardaban sus cámaras-teléfono y silvando se han desentendido de la situación, desapareciendo.
En primera fila y animando a su hijo Leo a cruzar el Pacífico, ¿cómo no?, mi amiga Carina, la de la cena con el indio que os conté. En cuanto ha visto a Miss Sargent por el rabillo del ojo ha salido por patas.
Las fotos no están preparadas, fue lo que hizo Lucio cuando le dije: "No se te ocurra meter los pies en el charco"...
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