Ya sabéis que no me gusta volar. Y eso que esta vez voy arriba, en las plazas más cómodas del Boeing 747. No llevo vecino y voy a mis anchas. El despegue ha sido el más espectacular que he visto en mi vida, como si estuviera preparado para los turistas, el avión ha bordeado a baja altura el mapa de la península de San Francisco: ha ido cogiendo altura hasta Ocean Beach y allí ha girado para entrar en la bahía por encima del Golden Gate; a nuestra derecha toda la ciudad de San Francisco con sus parques y sus barrios bien marcados, Sunset, Golden Gate Park, Richmond, Presidio, Marina y Pacific Heights. Veo la torre de Alta Plaza y el parque, alcanzo a ver los columpios y las pistas de tenis, casi casi distingo a Montse diciéndole a Lucito “mira que avión más bajo, igual va Papi dentro”.
Pues sí aquí voy, cruzando Sierra Nevada, más nevada que nunca y el desierto de Nevada, también nevado, las montañas de Colorado, blancas, y toda esa ristra de estados del interior que ninguno conocemos y por los que os decía ayer que había que tener siempre a mano un Mapamundi. Voy rumbo a París, avión de Air France directo, qué gusto, y luego una rápida conexión hasta Madrid. Como "Poulet au sauce du vin", ya os he dicho que la compañía es francesa, y un plum cake delicioso que me recuerda al que consumía en mi infancia cuando el conductor del autobús del cole nos traía los restos recién caducados de la fábrica de Bimbo. El poulet lleva vino, pero por si no es bastante pido una botellita de tinto francés, en botella mini de plástico, pero rico. Mis amigos periodistas siempre optaban por el alcohol para sobrellevar lo mejor posible nuestros largos vuelos hasta Japón o Australia. Yo nunca lo probé, hasta hoy. No está mal. Salvo porque el camarero de altos vuelos y altos sueldos, supongo, me ha mirado con mala cara cuando le he pedido la segunda botella.
Me gusta programarme los vuelos transoceánicos. Un rato de prensa, otro de música, otro de libro, otro de escribir y algo para dormir. Pero esta vez me está costando. Porque me han dado el L’Equipe como único periódico y viene una entrevista con Mourinho que la va a leer su padre, vaya tipo imbécil, vanidoso y prepotente. Perdón. Después porque el libro que estoy leyendo tiene demasiadas guerras dentro y quizás no está el mundo, ni mi mente, para ese tipo de lecturas. Y además la música me hace llorar, ya os lo conté en su día. En los últimos días de mi padre me dio por Lluis Llach y ahora me ha dado por Leonhard Cohen, más que nada por una cuestión idiomática. Deprimente, lo sé y me gusta. Tampoco me sale lo de dormir, así que mi único refugio es escribir, aunque sólo sea un ratito.
sin palabras...
ResponderEliminarun fuerte abrazo