sábado, 8 de enero de 2011

MANIÁTICO

Viajar con alguien durante un largo tiempo es un perfecto examen y corrector de manías. Miento. Las manías, a partir de los treinta no se corrigen sino que se acentúan día a día. Todos tenemos mogollón de manías, pero no las vemos porque nuestro cerebro está preparado para identificar manías ajenas, pero no propias. Es como el mal aliento, se huele mucho más el del prójimo que el de uno mismo. Por eso no hay que intentar cambiarle a nadie sus costumbres a partir de cierta edad porque lo más posible es que consigas el efecto contrario y le reafirmes en sus manías. Y yo soy un maniático y no me vais a cambiar.
Me gusta dejar las cajas de medicinas abiertas, tener la nevera ordenada (sí, como Beckham), guardar las revistas viejas, ponerle limón a la Coca Cola, dejar monedas por todas las esquinas, tener ordenado el periódico, darme la vuelta por el mismo sitio que me he girado, afeitarme en la ducha, rascarme la cabeza, sacarme mocos en los semáforos (como todos vosotros) y otras tantas inconfesables. En casa ya lo tienen asumido y me aceptan, más o menos; yo también aguanto a mi querida esposa dejando todos los armarios abiertos, las botellas de leche fuera de la nevera, los zapatos esparcidos, o apagándome la calefacción del coche. Tampoco se queda corto Lucio que necesita hacer caquita totalmente desnudo o quitarse las zapatillas según entra en casa o avisar antes de tirarse cada pedo; o Martín que tiene que mojar el cepillo de dientes por todos sus costados antes de metérselo en la boca; o Dieguillo que siente un especial magnetismo que sube desde el suelo, invitándole a tirar pijamas, calzoncillos, lentillas o toallas sin ningún reparo; o Simón, que antes de hacer cualquier pregunta, pregunta: "¿Puedo hacerte una pregunta?"
Las de los niños todavía son corregibles a tortas, pero las de los mayores ni tocarlas. Nuestra amiga Victoria lo entendió bien; llegó a casa y preguntó "¿cómo colocáis el lavaplatos?" y yo le contesté: "Al libre albedrío" y ella siguió el mandato porque si no hubiera habido un importante desencuentro. Cuando alguien pone los cubiertos sin orden ni control, los vasos a mogollón y los platos con granos de arroz, es una insolencia y una grosería que nadie llegue a intentar enmendarle la plana enjuagando las tazas, ordenando los cuchillos, planchando las camisas o limpiando los cristales. Cada uno es como es y la amistad se basa en el respeto de esas manías, y el que no lo entienda sufrirá toda la ira del peor de los maniáticos, ¿vale?

3 comentarios:

  1. El peor maniático es el que no puede vivir con otros maniático... oséa con nadie. Compartir manias es "lovely que te cagas..."

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  2. Hola amigos, este es mi ultimo comentario desde Sanfran, en un par de horas iniciamos nuestro viaje de retorno, a nuestras rutinas.
    En relacion con la entrada de hoy, sólo puedo mostrar mi agradeciminento a esta familia por su "mania" de hacernos sentir bien.

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