jueves, 3 de febrero de 2011

QUÉ DISTINTOS SOMOS

Como buenos aficionados al deporte que somos, estamos bien atentos al calendario y cada vez que cae por aquí algo interesante, allá que sentamos nuestras posaderas en la grada. Ya hemos estado en la Fórmula Indy, el baseball, la NBA y el otro día fuimos al Campeonato del Mundo de Supercross. Cada vez que estamos en un estadio, con toda esa acumulación de gente, pienso lo mismo: ¡Qué distintos somos!
Me gusta hacer estudios sociológicos visuales y los estadios brindan una gran oportunidad. Saco mis propias conclusiones: que aquí empujan más en los pasillos que en España, que comen con la boca abierta, que animan con menos fuerza y que cuando se enfadan dan más miedo. Pero lo que más me rompe los esquemas es su patriotismo así como su escaso pudor y sentido del ridículo.
Empieza el evento, todo el mundo en pie, mano derecha sobre el pecho izquierdo, suena el himno, sube la bandera, sale algún famosillo al escenario a cantar la letra del himno (yo me quedo con nuestro chunda chunda), desafina, nadie se ríe, yo sí, todos gritan extasiados al concluir la melodía como si fuera la primera vez que la hubieran escuchado. A continuación sale un general acompañado por 20 militares jovencitos y allí delante de todos los pilotos y mecánicos juran la constitución y la lealtad a Dios, a la patria y al Rey...Perdón a Obama, como nuevos soldaditos del ejercito de los United States of América. La multitud vuelve a enloquecer. Yo me río de nuevo. Por no llorar.
Por fin empieza la competición. Flipo. No sé si os he dicho alguna vez que para mi el momento más intenso y espectacular que existe en el deporte es una buena salida de supercross y aquí estamos en la Meca. Descanso. Sacan a una joven pareja al escenario, él coge el micro y le pide a ella el matrimonio; ella dice que sí, el público llora de emoción. Yo me descojono. Siguen las carreras, sigo flipando. Nuevo descanso. La cámara busca por la grada al espectador que baila de forma más ridícula; 59.999 personas bailan estúpidamente intentando llamar la atención del cámara; una persona, yo, se parte el bolo. Me río porque me imagino cada una de esas situaciones en España... Imposible.
Acaba el espectáculo, todo el mundo corre hacia sus coches y al grito de "Marica el último" intentan salir del parking. Diez mil coches saliendo por la puerta de un aparcamiento con un semáforo a cien metros y ni un sólo policía ni personal de organización. Aquí, ya dejé de reírme.

3 comentarios:

  1. Una vez leido esto, me confirmo en mi opinion sobre la masa yanki. Son gilipuertas.
    Voy a seguir tomandome mi cervezita y tomando el sol, sabiendo que yo tambien en este momentopuedo parecer gilipuertas.
    Besos profundos.

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  2. Maldición¡¡¡¡
    Mi perra se acaba de pimplar mi cerveza¡
    Esto demuestra que soy gilipuertas.

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  3. Óle Belén, espero que alguno de mis amigos americanos no lea tu comentario y se de por aludido. Pero tienes razón la masa es así aunque los americanos que no se identifican con esa masa se avergüenzan de las tonterías que hacen los demás. No sabía que Areia es acoholica......

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