domingo, 20 de febrero de 2011

THE FAR WEST

Hay cosas que nunca cambian, por lo menos en su esencia. Todos hemos visto decenas de películas de vaqueros, con sus pueblos polvorientos o enfangados llenos de tipos duros por sus calles, con las rodillas arqueadas, arrastrando las botas, mascando chicle o tabaco. Por cierto un día en un restaurante en SF el dueño nos dio a probar un poco de este invento asqueroso. No se cuál es su origen, porque mascaban tabaco en vez de fumarlo. Ahora se vuelve a vender para que los adictos a la nicotina alivien el síndrome de abstinencia dentro de los locales donde no se puede fumar. Yo no quise probarlo, Diego si lo hizo. En unos minutos se puso pálido y se sintió mareado. Claro, si no fumas debe ser como tomarte una cerveza en ayunas. El pedo de colores como lo llama Diego, ese día debió ser color ocre, como la nicotina.
Estamos en uno de estos pueblos. Hoy me he levantado temprano y me he asomado a la ventana. He dudado unos segundos hasta que me he dado cuenta de que no era la primera luz de la mañana la que me cegaba sino una fina capa de nieve que cubría todo el pueblo.
Hay una calle principal que lo atraviesa donde están los dos hoteles iguales que los de las películas con su mostrador de madera, una gruesa alfombra que cubre casi toda la tarima oscura, quinqués, la pianola. De frente a la entrada está la escalera que sube a las habitaciones empapeladas con flores, camas altas con dosel y un edredón de esos que hacían las abuelas con restos de telas. Para entrar en la bañera casi hay que dar un salto, y la alcachofa es del tamaño de un plato de postre. Sólo sale agua por la mitad de los agujeros. Todo es auténtico, no tengo la sensación de estar en un pueblo artificial que se ha construido para atraer turistas.
Lo he comprobado esta mañana cuando he salido a desayunar mientras el resto de la familia duerme tan a gusto. Igual de a gusto estoy yo disfrutando del primer café en solitario. Lo he comprobado, decía, con un tipo que me ha dado conversación . Lleva un sombrero vaquero unas botas llenas de barro y si forma parte del show de Truman, está muy conseguido, apesta a caballo. Me cuenta que ha nacido aquí como sus hijos, padres, abuelos y bisabuelos. Cinco generaciones que viven casi todos de lo mismo, vacas, caballos, ovejas y ahora algo de turismo.
Por Jamestown también pasa el antiguo ferrocarril en el que llegaron miles de personas atraidas por la fiebre del oro. Más tarde la estación, las locomotoras de vapor y los alrededores del pueblo sirvieron de plató para cientos de películas del oeste. He visto fotografias de algunas de las más conocidas con John Wayne, Gary Cooper .............
Hoy me voy a ir a dormir pensando en todo lo que he visto. A ver si con un poco de suerte sueño con Clint Eastwood. ¡Que tío más grande!

1 comentario:

  1. Dios mío Montse,es increible pero debemos tener telepatía(Para que luego digan que no aprovecho mis neuronas), pero yo que nunca veo Westerns,este fin de semana he visto Silverado y "open range". ¿A que la casa del médico es de madera blanca y es la que esta al final de la calle.

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