Los Muñoz Gómez están aquí con su amplio historial pirómano. Martín ya ha descubierto que la gigantesca lupa que le han hecho comprar para ver insectos en el parque, sirve también para quemar hojitas y papeles. De hecho ayer encendió con la lupa la barbacoa que hicimos en el parque natural de Tamalpais y que no terminó en incendio forestal porque su papá levantó la voz un poco más de lo habitual. Ya por la noche, en casa, Montse preparó una suculenta coliflor al horno con queso gratinado por encima. El horno es de gas y la coliflor terminó más quemada que un currante de Last Lap el 31 de diciembre. Lo peor fue cuando al sacar aquel plato negro y humeante del horno empezó a sonar una agudísima e incesante alarma de incendios acompañada por los gritos de pánico de Lucito. El detector de humos no dejó pasar ese olorcillo a queso chamuscado y nos metió un buen susto. Cuando pensábamos ya que iban a aparecer los bomberos, encontramos el interruptor para apagar aquel siniestro aparato y cenamos tranquilamente... un yogurt y fruta fresquita.
10.250 Kilómetros. Es la distancia que separa San Francisco de Madrid. Nueve horas de diferencia. Larga distancia en el espacio y en el tiempo. Estas notas recogen las vivencias y anécdotas de una familia que vivió en California durante un año y volvió para contarlo.
lunes, 13 de septiembre de 2010
ESTO ESTÁ QUE ARDE
Los Muñoz Gómez están aquí con su amplio historial pirómano. Martín ya ha descubierto que la gigantesca lupa que le han hecho comprar para ver insectos en el parque, sirve también para quemar hojitas y papeles. De hecho ayer encendió con la lupa la barbacoa que hicimos en el parque natural de Tamalpais y que no terminó en incendio forestal porque su papá levantó la voz un poco más de lo habitual. Ya por la noche, en casa, Montse preparó una suculenta coliflor al horno con queso gratinado por encima. El horno es de gas y la coliflor terminó más quemada que un currante de Last Lap el 31 de diciembre. Lo peor fue cuando al sacar aquel plato negro y humeante del horno empezó a sonar una agudísima e incesante alarma de incendios acompañada por los gritos de pánico de Lucito. El detector de humos no dejó pasar ese olorcillo a queso chamuscado y nos metió un buen susto. Cuando pensábamos ya que iban a aparecer los bomberos, encontramos el interruptor para apagar aquel siniestro aparato y cenamos tranquilamente... un yogurt y fruta fresquita.
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Anda, por la descripción parece más Inglaterra que los EEUU, siempre se aprende de vuestro blog ;)
ResponderEliminarTened cuidado pirómanos! jeje
¡Que envidia!, como decía Loquillo "Yo para ser feliz quiero un camión", y si es el de los de los bomberos de San Forisco mejor, con dos volantes que chulada. Alguno de tus hijos ha decidico cambiar ya su vocación y hacerse fireman, yo me lo pensaría, seguro que Lucio se apunta conmigo jeje
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