NUEVE HORAS MENOS EN SAN FRANCISCO...
10.250 Kilómetros. Es la distancia que separa San Francisco de Madrid. Nueve horas de diferencia. Larga distancia en el espacio y en el tiempo. Estas notas recogen las vivencias y anécdotas de una familia que vivió en California durante un año y volvió para contarlo.
domingo, 26 de enero de 2014
HASTA LUEGO
Despedimos Sanfran al amanecer. Nunca antes lo había visto; perezoso que es uno. Me gustan sus puestas de sol desde la playa, en el bien llamado barrio de Sunset, con la luz apagándose al fondo del Pacífico. En cambio el amanecer hay que verlo desde la city, viendo como se iluminan los rascacielos del centro cuando el sol se asoma por encima de las colinas de Oakland y estampa la sombra del Bay Bridge contra los cristales de las grandes empresas.
Tampoco había visto pues, el atasco de los coches repletos de ejecutivos, creativos, community managers o informáticos que salen a borbotones de la ciudad desbordando la 101 hacia San Jose, hacia el Silicon Valley. Es temprano y voy de mala leche. Por el madrugón, porque vamos hacia el aeropuerto para dejar esta ciudad, por el atasco... el caso es que me están cayendo gordos todos estos madrugadores curritos de la civilización triunfadora. Ellos no tendrán la culpa, se limitan a cumplir con su cometido, levantarse, subirse en el coche, llegar a Facebook, sentarse delante del ordenador a contar "Me gusta" de la gente o a Google para buscar esas cosas tan raras que cada uno les preguntamos. Ellos son los héroes de la sociedad digital, aunque se sigan desplazando en algo tan rudimentario como el coche, son los triunfadores de la globalización. La zona de la Bahía de Frisco es la más próspera del país y posiblemente del mundo, a pesar de sus homeless y de los asesinatos en Oakland.
Y mirando tanto frikismo junto, recuerdo una entretenida conversación que tuvimos con unos amigos el otro día, en la que ironizábamos sobre la globalización y el éxito de las nuevas tecnologías, las "puntocom" y las redes sociales. Es verdad que en San Francisco no hay crisis, porque cada día se crean aquí cientos de nuevas aplicaciones para los teléfonos inteligentes, nuevos gadgets para los ordenadores, distintas maneras de comunicarse... La auténtica revolución digital tiene su epicentro al sur de la Bahía, pero los daños colaterales ocurren muy lejos de aquí. Es lo que tiene el mundo global: un californiano crea y se forra con una App para viajeros y como consecuencia cierran agencias de viajes de todo el mundo; un americano inventa y se forra con un libro electrónico y manda al garete a la mitad de las editoriales del mundo; un sanfranciscano lanza y se forra con un juego tonto para niños y manda al paro a buena parte de los jugueteros de Ibi y alguno de Murcia...
Suena a coña, pero es verdad, internet ha sido el detonante de la caída de grandes sectores de negocio convencional y lo que era un tejido industrial bastante extendido por el mundo ha sido sustituido por un reducido grupo de empresas y de jóvenes emprendedores que se lucran de forma desmesurada. Sí, así es, cada vez que se lanza una nueva y original aplicación para el móvil, suben los precios de las casas en California y crece la lista del paro de países bien lejanos, como el nuestro.
Por eso, cuando he subido al avión y he comprobado que el cien por cien de los viajeros tenía un artilugio electrónico entre sus manos y como autómatas aporreaban teclas con sus pulgares, he sentido una gran desazón y he corrido a refugiarme en las páginas de un buen libro de papel, de El Acantilado, impreso en Barcelona. Aún así, no te guardo rencor San Francisco. Nos vemos pronto... ¡Digo yo!
miércoles, 22 de enero de 2014
SAN FRANCISCANOS
Esta ciudad es bonita por su escena geográfica y atractiva por su gente. La atmósfera única, que distingue a San Francisco del resto de ciudades de Estados Unidos, no está sólo hecha de tranvías subiendo cuestas y de puentes colgantes; el verdadero encanto de Frisco está en sus aceras, en sus parques, en sus playas, donde campean a sus anchas esos seres tan peculiares y originales, que se hicieron merecedores de una sección en este blog: los San Franciscanos.
La ciudad sigue ahí, las cosas han cambiado ligeramente, uno llega y parece que no se haya ido, ya no impacta ni el sonido del cable bajo las calles, ni la sirena de mediodía, ni las focas del puerto, ni la sopa tomada en un pan, ni la celda de Al Capone, ni la sobrecogedora puesta de sol en el Pacífico... Sin embargo, por más que recuerdes al San Franciscano, no deja de sorprenderte. En una ciudad que no llega al millón de habitantes, con más de la mitad de la población oriunda (ya sean asiáticos o latinos), con turistas por doquier, uno no consigue andar dos manzanas seguidas sin cruzarse con algún extraño elemento digno de aparecer en dicha sección. Gente original, simpática o no, sin complejos, daltónicos, histriónicos, reivindicativos, bohemios, libres o no, sensibles, artistas, raros, homosexuales o no, pacíficos, exhibicionistas, líderes de opinión, creativos... Personas que hacen lo que les da la gana en una ciudad abierta, libre de los estrictos moldes del Tío Sam.
Hoy, en un par de paseos, me he cruzado con una manifestación por los derechos de los gays, con un policía discapacitado con muletas, con un homeless lavándose los dientes en un baño público, con un guitarrista haciendo tributo a Grateful Dead, con varios perros flauta, con algún yayo flauta, con un grafitero legal y civilizado, con deportistas de todos los colores, con una camarera de Málaga, con un atleta de El Sálvador, con un profesor de skate, con un cuidador de perros... Y he recordado que ellos son los que hacen mágica a esta ciudad.
Y la hemos recorrido, colina arriba, colina abajo, para saludar a nuestros viejos amigos y encontrar que detrás de los disfraces, más allá de la tecnología y el glamour de la capital digital del mundo, uno encuentra el calor de tipos muy grandes. Así que he terminado el día sentado a los pies de la cama de mi amigo Duncan, convaleciente de una lesión de espalda, hablando de la libertad y la democracia en el mundo, de las contradiciones de su país y del mío, de Snowden, Manning y Assange. Los dos, indignados, hemos llegado a la misma conclusión, que estando tan lejos físicamente, estamos muy cerca.
No está mal esta gente.
La ciudad sigue ahí, las cosas han cambiado ligeramente, uno llega y parece que no se haya ido, ya no impacta ni el sonido del cable bajo las calles, ni la sirena de mediodía, ni las focas del puerto, ni la sopa tomada en un pan, ni la celda de Al Capone, ni la sobrecogedora puesta de sol en el Pacífico... Sin embargo, por más que recuerdes al San Franciscano, no deja de sorprenderte. En una ciudad que no llega al millón de habitantes, con más de la mitad de la población oriunda (ya sean asiáticos o latinos), con turistas por doquier, uno no consigue andar dos manzanas seguidas sin cruzarse con algún extraño elemento digno de aparecer en dicha sección. Gente original, simpática o no, sin complejos, daltónicos, histriónicos, reivindicativos, bohemios, libres o no, sensibles, artistas, raros, homosexuales o no, pacíficos, exhibicionistas, líderes de opinión, creativos... Personas que hacen lo que les da la gana en una ciudad abierta, libre de los estrictos moldes del Tío Sam.
Hoy, en un par de paseos, me he cruzado con una manifestación por los derechos de los gays, con un policía discapacitado con muletas, con un homeless lavándose los dientes en un baño público, con un guitarrista haciendo tributo a Grateful Dead, con varios perros flauta, con algún yayo flauta, con un grafitero legal y civilizado, con deportistas de todos los colores, con una camarera de Málaga, con un atleta de El Sálvador, con un profesor de skate, con un cuidador de perros... Y he recordado que ellos son los que hacen mágica a esta ciudad.
Y la hemos recorrido, colina arriba, colina abajo, para saludar a nuestros viejos amigos y encontrar que detrás de los disfraces, más allá de la tecnología y el glamour de la capital digital del mundo, uno encuentra el calor de tipos muy grandes. Así que he terminado el día sentado a los pies de la cama de mi amigo Duncan, convaleciente de una lesión de espalda, hablando de la libertad y la democracia en el mundo, de las contradiciones de su país y del mío, de Snowden, Manning y Assange. Los dos, indignados, hemos llegado a la misma conclusión, que estando tan lejos físicamente, estamos muy cerca.
No está mal esta gente.
lunes, 20 de enero de 2014
I LEFT MY HEART IN SAN FRANCISCO...
...And here I am to pick it up. Casi tres años después hemos vuelto a nuestra segunda ciudad, a recorrer sus calles, subir sus cuestas, respirar su marihuana, tomar su sol de invierno, respetar sus pasos de cebra, flipar con su hipsterismo y gritar cruzando el Golden Gate. Todo sigue igual, todo está en su sitio. Sin noticias del big one (el terremoto), ni de la big one (la crisis) con lo cual la bahía respira optimismo y buen rollito por todas partes.
En estos tres años ha pasado por aquí la America's Cup vertiendo un poco más de dinero y de lustro sobre la ciudad y han celebrado el 75 aniversario del puente más famoso del mundo y que sigue siendo permanente fuente de ingresos por el turismo. También los Giants han ganado un nuevo título y los 49ers se han situado en la élite (tanto que esta tarde se la juegan para entrar en la Superbowl). En la ciudad hay nuevos edificios, Twitter está remodelando toda la parte más cutre de Market street y los chinos han comprado bloques enteros de apartamentos. El exploratorium ha cambiado de sitio y ahora está en un muelle al lado del Ferry Building; el Bay Bridge ya está ensanchado, el tráfico es más fluido y por la noche está iluminado con leds; su hermano rico, el Golden Gate, también se ha agilizado con un nuevo sistema de peaje por imagen (te leen la matrícula y te cobran el importe del peaje en tu Visa). Mis parques favoritos, Dolores Park y North Beach se han popularizado tanto que ya no hay quien encuentre medio metro de hierba en el que sentar tus posaderas; el campeonato de originalidad, frikismo y hipsterismo se ha desbordado y ya nadie esconde ni el porro, ni el alcohol en lo que es todo un ejemplo de macrobotellón civilizado, con retretes químicos instalados por el ayuntamiento y jóvenes civilizados que se llevan la basura que producen. Los homosexuales siguen estando en la ciudad de sus sueños, aunque recientemente han recibido dos golpes bajos de calado, la vuelta atrás en los matrimonios del mismo sexo y la prohibición de mostrar sus vergüenzas en público.
Lo que no cambian son los grandes contrastes a los que nos tiene acostumbrados esta sociedad y de los que no me cansé de hablar mientras este blog estuvo activo. Cada mañana decenas de autobuses de lujo salen de la ciudad más maravillosa del mundo para llevar al Silicon Valley a los muy bien pagados empleados de Facebook, Google, Yahoo, Apple... Y con gran civismo se detienen en los pasos de cebra para que crucen de forma parsimoniosa los homeless más desarrapados del mundo, medio chiflados, medio fumados y totalmente incorporados al paisaje de la ciudad, tanto que no se les ve si no les miras.
Y lo mejor de todo para los turistas, aunque empieza a ser una pesadilla para los locales, es que la niebla, el viento y el frío se han quedado más allá de Hawai y mientras en el este del país las pasan putas con la ola de frío, en California hace más calor en enero del que nunca haya hecho en verano.
No está mal esta ciudad.
En estos tres años ha pasado por aquí la America's Cup vertiendo un poco más de dinero y de lustro sobre la ciudad y han celebrado el 75 aniversario del puente más famoso del mundo y que sigue siendo permanente fuente de ingresos por el turismo. También los Giants han ganado un nuevo título y los 49ers se han situado en la élite (tanto que esta tarde se la juegan para entrar en la Superbowl). En la ciudad hay nuevos edificios, Twitter está remodelando toda la parte más cutre de Market street y los chinos han comprado bloques enteros de apartamentos. El exploratorium ha cambiado de sitio y ahora está en un muelle al lado del Ferry Building; el Bay Bridge ya está ensanchado, el tráfico es más fluido y por la noche está iluminado con leds; su hermano rico, el Golden Gate, también se ha agilizado con un nuevo sistema de peaje por imagen (te leen la matrícula y te cobran el importe del peaje en tu Visa). Mis parques favoritos, Dolores Park y North Beach se han popularizado tanto que ya no hay quien encuentre medio metro de hierba en el que sentar tus posaderas; el campeonato de originalidad, frikismo y hipsterismo se ha desbordado y ya nadie esconde ni el porro, ni el alcohol en lo que es todo un ejemplo de macrobotellón civilizado, con retretes químicos instalados por el ayuntamiento y jóvenes civilizados que se llevan la basura que producen. Los homosexuales siguen estando en la ciudad de sus sueños, aunque recientemente han recibido dos golpes bajos de calado, la vuelta atrás en los matrimonios del mismo sexo y la prohibición de mostrar sus vergüenzas en público.
Lo que no cambian son los grandes contrastes a los que nos tiene acostumbrados esta sociedad y de los que no me cansé de hablar mientras este blog estuvo activo. Cada mañana decenas de autobuses de lujo salen de la ciudad más maravillosa del mundo para llevar al Silicon Valley a los muy bien pagados empleados de Facebook, Google, Yahoo, Apple... Y con gran civismo se detienen en los pasos de cebra para que crucen de forma parsimoniosa los homeless más desarrapados del mundo, medio chiflados, medio fumados y totalmente incorporados al paisaje de la ciudad, tanto que no se les ve si no les miras.
Y lo mejor de todo para los turistas, aunque empieza a ser una pesadilla para los locales, es que la niebla, el viento y el frío se han quedado más allá de Hawai y mientras en el este del país las pasan putas con la ola de frío, en California hace más calor en enero del que nunca haya hecho en verano.
No está mal esta ciudad.
miércoles, 27 de julio de 2011
CON NATURALIDAD
No nos llaméis traidores, lo habíamos avisado. Si el blog debía morir o hibernar, lo haría con naturalidad. Y así ha sido. Después de este inolvidable año en el que esta página ha sido nuestro principal medio de contacto con los nuestros y el hombro en el que apoyarnos día a día, ha llegado un momento en el que ha perdido su sentido. Cuando decía lo de la naturalidad me refería a una lógica caída de audiencia, pero en eso me equivocaba, pues precisamente cerramos en el momento de máximo seguimiento diario. Qué chulería ¿verdad? Como Induráin o Armstrong o Schumacher, retirarse desde lo más alto. Siempre pensé que uno de los secretos de cualquier éxito es saber parar a tiempo; como decía Mecano: "No quiero ser un juguete roto, que antes de serlo me planto y corto". Claro que alguno de estos ejemplos la cagó volviendo luego para arrastrarse por el asfalto o los escenarios y no descarto que nosotros sigamos también ese equivocado camino.
Con naturalidad porque no tiene sentido, porque ni estamos de viaje, ni vivimos en San Francisco, ni tenemos ese aliciente necesario de la distancia. Desde el primer momento me planteé que el día que sintiera que estaba escribiendo a la fuerza, lo dejaría y ahora mismo siento que empiezo a aburrir a la audiencia y que buena parte del glamour de este blog se lo ponía el Golden Gate.
No quiere decir que cerremos la página, que seguirá abierta como ese cuaderno de viaje en el que hemos guardado todas nuestras vivencias y recuerdos (por cierto, con su título original). Un cuaderno de viaje compartido con todos nuestros amigos, nuestra familia y otros muchos asiduos seguidores atraídos por nuestras estupideces. Vuestra presencia ha sido un apoyo permanente y a vosotros os ha servido para vivir buena parte de nuestra experiencia sin tener que pagar billete de avión. ¡Vaya morro! Es curioso, desde que hemos vuelto a Madrid, cada vez que nos vemos con un amigo y nos pregunta por nuestro viaje, contestamos con una pregunta: ¿Has leído el blog? Si contesta que no, le contamos una versión reducida del año, pero si contesta que sí, nos callamos o hablamos del tiempo porque ¿qué te voy a contar que no sepas?, si sabéis de mi vida mucho más que yo.
Un año da para mucho, para devorar la vida a dentelladas, para hacer amigos, para perder a tu madre, para pensar, para perder a un amigo, para disfrutar de los niños, para escribir, para hacer paellas y para conocer una ciudad como si fuera la tuya. Y un blog da también para mucho, para hablar con quien no hablabas nunca, para acercarte a los tuyos y para desnudar tus sentimientos perdiendo el pudor ante el lector, sea conocido o desconocido. Sin lectores un blog no existe y sin esos activos comentaristas siempre fieles hubiera sido un blog anodino.
Por eso no niego que vaya a volver con este u otro blog en el que dar salida a ese laberinto que hay en mi cabeza, la que yo llamo "mi desordenada habitación". De momento estoy recopilando toda la información para guardar una versión impresa para los niños; que guarden siempre en su mesilla el libro "Nueve horas menos en San Francisco". Me sumo a las palabras de Montse: THANKS y hasta siempre o hasta pronto. No sé.
Con naturalidad porque no tiene sentido, porque ni estamos de viaje, ni vivimos en San Francisco, ni tenemos ese aliciente necesario de la distancia. Desde el primer momento me planteé que el día que sintiera que estaba escribiendo a la fuerza, lo dejaría y ahora mismo siento que empiezo a aburrir a la audiencia y que buena parte del glamour de este blog se lo ponía el Golden Gate.
No quiere decir que cerremos la página, que seguirá abierta como ese cuaderno de viaje en el que hemos guardado todas nuestras vivencias y recuerdos (por cierto, con su título original). Un cuaderno de viaje compartido con todos nuestros amigos, nuestra familia y otros muchos asiduos seguidores atraídos por nuestras estupideces. Vuestra presencia ha sido un apoyo permanente y a vosotros os ha servido para vivir buena parte de nuestra experiencia sin tener que pagar billete de avión. ¡Vaya morro! Es curioso, desde que hemos vuelto a Madrid, cada vez que nos vemos con un amigo y nos pregunta por nuestro viaje, contestamos con una pregunta: ¿Has leído el blog? Si contesta que no, le contamos una versión reducida del año, pero si contesta que sí, nos callamos o hablamos del tiempo porque ¿qué te voy a contar que no sepas?, si sabéis de mi vida mucho más que yo.
Un año da para mucho, para devorar la vida a dentelladas, para hacer amigos, para perder a tu madre, para pensar, para perder a un amigo, para disfrutar de los niños, para escribir, para hacer paellas y para conocer una ciudad como si fuera la tuya. Y un blog da también para mucho, para hablar con quien no hablabas nunca, para acercarte a los tuyos y para desnudar tus sentimientos perdiendo el pudor ante el lector, sea conocido o desconocido. Sin lectores un blog no existe y sin esos activos comentaristas siempre fieles hubiera sido un blog anodino.
Por eso no niego que vaya a volver con este u otro blog en el que dar salida a ese laberinto que hay en mi cabeza, la que yo llamo "mi desordenada habitación". De momento estoy recopilando toda la información para guardar una versión impresa para los niños; que guarden siempre en su mesilla el libro "Nueve horas menos en San Francisco". Me sumo a las palabras de Montse: THANKS y hasta siempre o hasta pronto. No sé.
lunes, 25 de julio de 2011
HASTA SIEMPRE
En enero de 2010 tomamos la decisión de marcharnos a San Francisco y empezamos a buscar colegio, cosa bastante complicada desde aquí. Sin colegio no podíamos obtener el visado y en la embajada nos exigían que fuese un colegio privado concertado con extranjería. Los colegios privados en Estados Unidos funcionan de forma diferente y acceder a uno de ellos es muy difícil. El colegio “examina "a los padres y a los niños y decide si te admite o no. Este proceso duró unos tres meses y hubo momentos en que pensamos suspender la aventura porque no había forma humana de que admitieran a los cuatro chicos. Aquí si llegas a un colegio privado en las mismas circunstancias te ponen la alfombra roja y el director sale a recibirte aplaudiendo con las orejas, si hace falta.
Y esto es lo único seguro que sabíamos antes de marcharnos, que viviríamos en SF y a qué colegio irían nuestros hijos.
Nada mas llegar, Diego escribió la primera entrada, aquella sobre el avión y la segunda en la que contaba cómo Martín se quedó sin su primer desodorante, y la tercera, y la cuarta, quinta..........Y así nació este blog, sin ninguna pretensión más allá; si acaso de ser un diario de viaje para informar a los amigos y familiares de nuestras peripecias al otro lado del planeta. Los primeros días y semanas fueron tan intensos que las palabras nos salían a borbotones, era imposible no escribir sobre las cosas inesperadas, divertidas y a veces duras que nos estaban pasando. Yo soy buena lectora pero reconozco que antes de empezar este blog no había escrito ni la lista de la compra. Nunca me lo había planteado y esto de escribir siempre me dio un gran respeto pero, como os decía, las circunstancias me llevaron a sentir la necesidad de escribir y así lo hice. Me lo he pasado muy bien, he aprendido mucho (mientras Diego en un ratito escribe dos folios de lo que sea, yo necesito dos horas) y ha sido la forma de comunicarme con todos vosotros.
I'm still landing, he superado el jet lag pero sigo desorientada y descolocada (ayer mismo camino de casa de mis padres tomé un desvío equivocado y aparecí en Colmenar Viejo, a la vuelta también me confundí de salida e hicimos una excursión por la avenida de Logroño) y lo estaré hasta que pasen unas semanas pero ya no siento necesidad de contarlo, así que desde esta entrada me despido de todos vosotros, quién sabe hasta cuando......puede que no lo haga nunca más o que en el futuro nos embarquemos en otra aventura........Hasta siempre amigos, muchísimas gracias a todos por seguirnos.
Y esto es lo único seguro que sabíamos antes de marcharnos, que viviríamos en SF y a qué colegio irían nuestros hijos.
Nada mas llegar, Diego escribió la primera entrada, aquella sobre el avión y la segunda en la que contaba cómo Martín se quedó sin su primer desodorante, y la tercera, y la cuarta, quinta..........Y así nació este blog, sin ninguna pretensión más allá; si acaso de ser un diario de viaje para informar a los amigos y familiares de nuestras peripecias al otro lado del planeta. Los primeros días y semanas fueron tan intensos que las palabras nos salían a borbotones, era imposible no escribir sobre las cosas inesperadas, divertidas y a veces duras que nos estaban pasando. Yo soy buena lectora pero reconozco que antes de empezar este blog no había escrito ni la lista de la compra. Nunca me lo había planteado y esto de escribir siempre me dio un gran respeto pero, como os decía, las circunstancias me llevaron a sentir la necesidad de escribir y así lo hice. Me lo he pasado muy bien, he aprendido mucho (mientras Diego en un ratito escribe dos folios de lo que sea, yo necesito dos horas) y ha sido la forma de comunicarme con todos vosotros.
I'm still landing, he superado el jet lag pero sigo desorientada y descolocada (ayer mismo camino de casa de mis padres tomé un desvío equivocado y aparecí en Colmenar Viejo, a la vuelta también me confundí de salida e hicimos una excursión por la avenida de Logroño) y lo estaré hasta que pasen unas semanas pero ya no siento necesidad de contarlo, así que desde esta entrada me despido de todos vosotros, quién sabe hasta cuando......puede que no lo haga nunca más o que en el futuro nos embarquemos en otra aventura........Hasta siempre amigos, muchísimas gracias a todos por seguirnos.
viernes, 22 de julio de 2011
CONTADOR EN EL THYSSEN
Como Contador ha perdido el Tour, hemos decidido ir a ver la exposición de Antonio López. Realmente es lo que hacemos siempre que Contador pierde el Tour. Será costumbre familiar o algo así. Son las cosas de la extraña relación entre deporte y cultura: después de una derrota deportiva siempre degustas mucho más un buen cuadro.
Y hoy he disfrutado como un enano, pero no viendo a los ciclistas sino viendo una exposición apabullante de un genio vivo, espero que por mucho tiempo. Hemos disfrutado porque Antonio, al margen de ser amigo de la familia, es un pintor único y genial, con sus obsesiones, sus rarezas y su visión tan abstracta de la realidad o tan real de la abstracción. Creo que los científicos deberían estudiar sus ojos para comprobar si tienen algo especial que les permite interpretar el mundo que nos rodea con esa enfermiza sutileza, con esa deformada precisión.
Pero yo no soy crítico de arte, ni Dios lo quiera, simplemente os comento esto porque os recomiendo la exposición y porque nos hemos sentido muy orgullosos de ver el Thyssen abarrotado de gente viendo una exposición de un pintor vivo. Y porque según nos encontrábamos con todos esos cuadros tan familiares, me he acordado de la última exposición que vimos en San Francisco, sobre la familia Stein. Se trataba de una familia intelectual de California que se trasladó a vivir desde San Francisco a París y coincidieron y fueron amigos de Picasso, Matisse y toda su generación. Recuerdo que al ver la exposición en el SFMoma sentí envidia de esas mujeres, pero que hoy he sentido orgullo de conocer a este gran pintor y excepcional persona y de pensar que algún día mis hijos presumirán de la generación de sus abuelos, como hacían las Stein.
Y me ha servido para mimar mi orgullo hispano herido en los Alpes y salir de la exposición con ganas de cantar el "A por ellos...." También han ayudado los vinitos en el Hogar Vasco, las croquetas en "Los Manolos" y el Gin Tonic en el Círculo, todo bien acompañado por los mejores amigos. Así que si esperábais hoy una entrada de despedida...Os habéis equivocado.
Y hoy he disfrutado como un enano, pero no viendo a los ciclistas sino viendo una exposición apabullante de un genio vivo, espero que por mucho tiempo. Hemos disfrutado porque Antonio, al margen de ser amigo de la familia, es un pintor único y genial, con sus obsesiones, sus rarezas y su visión tan abstracta de la realidad o tan real de la abstracción. Creo que los científicos deberían estudiar sus ojos para comprobar si tienen algo especial que les permite interpretar el mundo que nos rodea con esa enfermiza sutileza, con esa deformada precisión.
Pero yo no soy crítico de arte, ni Dios lo quiera, simplemente os comento esto porque os recomiendo la exposición y porque nos hemos sentido muy orgullosos de ver el Thyssen abarrotado de gente viendo una exposición de un pintor vivo. Y porque según nos encontrábamos con todos esos cuadros tan familiares, me he acordado de la última exposición que vimos en San Francisco, sobre la familia Stein. Se trataba de una familia intelectual de California que se trasladó a vivir desde San Francisco a París y coincidieron y fueron amigos de Picasso, Matisse y toda su generación. Recuerdo que al ver la exposición en el SFMoma sentí envidia de esas mujeres, pero que hoy he sentido orgullo de conocer a este gran pintor y excepcional persona y de pensar que algún día mis hijos presumirán de la generación de sus abuelos, como hacían las Stein.
Y me ha servido para mimar mi orgullo hispano herido en los Alpes y salir de la exposición con ganas de cantar el "A por ellos...." También han ayudado los vinitos en el Hogar Vasco, las croquetas en "Los Manolos" y el Gin Tonic en el Círculo, todo bien acompañado por los mejores amigos. Así que si esperábais hoy una entrada de despedida...Os habéis equivocado.
jueves, 21 de julio de 2011
POR CASUALIDAD
Aunque ya os conté que no creo mucho en la suerte, ni en las supersticiones, ni en las religiones, sí hay algo que marca el destino de cada uno, la casualidad. La mayoría de los movimientos que uno realiza u omite en su vida son decisiones tomadas, pensadas o no, por uno mismo. Otros muchos dependen de los seres que nos rodean. Sin embargo, la casualidad tiene un papel dominante en el devenir de cada uno, no podemos negarlo. Quizás es a eso a lo que muchos llaman suerte. Yo lo llamo casualidad porque es una circunstancia ajena que se te presenta pero que tú tienes que saber aplicar para convertirla en algo positivo o negativo. Como decía Picasso, que cuando la inspiración llegue, te encuentre en el estudio trabajando.
En mi vida fue una casualidad que el hermano de mi mejor amigo fuese piloto de motos. También era casualidad que mi padre tuviera una Canon AE1 o que mi amigo Jorge tuviera una cuñada bastante maja y algo cegata, o que en Marca no tuvieran ni idea de motos cuando llamé a la puerta, o que mi socio Fernando viviera cerca de la tienda de bicis, o que Jesús tuviera un hueco en una nave o que Montse oyera una noticia sobre el Sáhara... Con todos estos mimbres, bastante trabajo y mucha ayuda de familia y amigos, uno va y se construye una vida. Y no está mal, no me quejo. Eso sí, a veces me paro a pensar que hubiera pasado si alguno, cualquiera, de esos momentos casuales no hubiera existido. Habría sido todo distinto, no digo mejor ni peor, pero sí totalmente distinto porque además, posiblemente hubiera evitado las siguientes casualidades llegadas en cascada. Juguemos a "Regreso al futuro". Imaginad: si mi amigo Carlos hubiera sido dermatólogo, yo habría acudido a su consulta a verle curar enfermos y me hubiera hecho taxidermista o algo así y tras vagar por el mundo buscando animaluchos... ¡Qué cojones! si Carlos no hubiera sido piloto le habría mandado a la mierda y me hubiera buscado algún otro amigo piloto, no iba yo a hipotecar un futuro tan entretenido como el que me esperaba.
Bueno, que se me va la olla y no es por casualidad. Que en la nevera ya no quedan entradas y las circunstancias van poco a poco condenando al blog a una situación de aletargamiento o hivernación veraniega; esta va a ser la última semana y después estaremos pendientes de todo tipo de casualidades.
En mi vida fue una casualidad que el hermano de mi mejor amigo fuese piloto de motos. También era casualidad que mi padre tuviera una Canon AE1 o que mi amigo Jorge tuviera una cuñada bastante maja y algo cegata, o que en Marca no tuvieran ni idea de motos cuando llamé a la puerta, o que mi socio Fernando viviera cerca de la tienda de bicis, o que Jesús tuviera un hueco en una nave o que Montse oyera una noticia sobre el Sáhara... Con todos estos mimbres, bastante trabajo y mucha ayuda de familia y amigos, uno va y se construye una vida. Y no está mal, no me quejo. Eso sí, a veces me paro a pensar que hubiera pasado si alguno, cualquiera, de esos momentos casuales no hubiera existido. Habría sido todo distinto, no digo mejor ni peor, pero sí totalmente distinto porque además, posiblemente hubiera evitado las siguientes casualidades llegadas en cascada. Juguemos a "Regreso al futuro". Imaginad: si mi amigo Carlos hubiera sido dermatólogo, yo habría acudido a su consulta a verle curar enfermos y me hubiera hecho taxidermista o algo así y tras vagar por el mundo buscando animaluchos... ¡Qué cojones! si Carlos no hubiera sido piloto le habría mandado a la mierda y me hubiera buscado algún otro amigo piloto, no iba yo a hipotecar un futuro tan entretenido como el que me esperaba.
Bueno, que se me va la olla y no es por casualidad. Que en la nevera ya no quedan entradas y las circunstancias van poco a poco condenando al blog a una situación de aletargamiento o hivernación veraniega; esta va a ser la última semana y después estaremos pendientes de todo tipo de casualidades.
martes, 19 de julio de 2011
EL COLECCIONISTA
Cuando era un chaval me gustaba coleccionar entradas de espectáculos. Conciertos, cine, teatro, carreras, partidos de fútbol... todavía guardo varias carpetas llenas. Ahora, aunque todavía estoy hecho un chaval, ya no lo hago, entre otras cosas porque la mayoría de las entradas son un papelucho con un código de barras impreso en casa y las demás suelen estar hechas con tinta térmica y al cabo de los meses desaparecen.
Por eso ahora no colecciono nada. Bueno, miento almaceno mierda, por lo visto en casa tras nuestro regreso de USA, y también colecciono multas. Sí, las tengo de todo tipo. La mayoría son de aparcamiento; sí, esa maldita reunión que se alarga más de la cuenta y te impide bajar a cambiarle el papelito al coche. Últimamente, desde que Gallardón se compró una cámara de fotos, tengo también alguna por ir a 74 en el túnel de la M-30 y recientemente me han llegado dos similares de la "trampa" de la calle Prado. Toda mi vida he subido a la Plaza de Santa Ana desde Neptuno por la calle Prado y cuando vine en marzo también lo hice para tomar unas cañas con los amigos, pero se ve que ahora hay alguna señal de prohibido durante ciertas horas del día y me han pillado y retratado.
No penséis que soy un mal conductor, que soy de esos que todavía tenemos todos los puntos intactos y que además nos dieron dos de propina. Eso sí, alguna vez he sido víctima de alguna injusticia y me he tenido que esmerar escribiendo contundentes recursos que casi siempre he ganado. No era difícil. El primero fue por una multa por aparcar mal mi moto en La Castellana el día que un Alfa Dorado me mandó inconsciente al hospital; el segundo fue por aparcar el coche en el carril izquierdo de la M-40 y dejarlo con todas las puertas abiertas, el motor reventado y un puente hecho en medio de la autopista; la denuncia de robo de un par de días antes también me ayudó. Y el tercero fue por otro multazo por llevar los faros de niebla encendidos durante una lluviosa noche de Reyes en Madrid. Mi estudio climatológico y psicológico sobre la interpretación de los niveles de visibilidad convenció o agotó al responsable de los recursos, que me lo concedió. Me encantaría encontrar los textos de los tres recursos y publicarlos como parte de mis obras completas, ahora incluso podría añadir fotos para hacer más ameno el libro.
Por cierto, Martín me ha pedido sugerencias porque quiere tener un hobby. No le voy a recomendar este pero sí el de las entradas. O mejor, que coleccione entradas de este blog, que ya se están acabando...
Por eso ahora no colecciono nada. Bueno, miento almaceno mierda, por lo visto en casa tras nuestro regreso de USA, y también colecciono multas. Sí, las tengo de todo tipo. La mayoría son de aparcamiento; sí, esa maldita reunión que se alarga más de la cuenta y te impide bajar a cambiarle el papelito al coche. Últimamente, desde que Gallardón se compró una cámara de fotos, tengo también alguna por ir a 74 en el túnel de la M-30 y recientemente me han llegado dos similares de la "trampa" de la calle Prado. Toda mi vida he subido a la Plaza de Santa Ana desde Neptuno por la calle Prado y cuando vine en marzo también lo hice para tomar unas cañas con los amigos, pero se ve que ahora hay alguna señal de prohibido durante ciertas horas del día y me han pillado y retratado.
No penséis que soy un mal conductor, que soy de esos que todavía tenemos todos los puntos intactos y que además nos dieron dos de propina. Eso sí, alguna vez he sido víctima de alguna injusticia y me he tenido que esmerar escribiendo contundentes recursos que casi siempre he ganado. No era difícil. El primero fue por una multa por aparcar mal mi moto en La Castellana el día que un Alfa Dorado me mandó inconsciente al hospital; el segundo fue por aparcar el coche en el carril izquierdo de la M-40 y dejarlo con todas las puertas abiertas, el motor reventado y un puente hecho en medio de la autopista; la denuncia de robo de un par de días antes también me ayudó. Y el tercero fue por otro multazo por llevar los faros de niebla encendidos durante una lluviosa noche de Reyes en Madrid. Mi estudio climatológico y psicológico sobre la interpretación de los niveles de visibilidad convenció o agotó al responsable de los recursos, que me lo concedió. Me encantaría encontrar los textos de los tres recursos y publicarlos como parte de mis obras completas, ahora incluso podría añadir fotos para hacer más ameno el libro.
Por cierto, Martín me ha pedido sugerencias porque quiere tener un hobby. No le voy a recomendar este pero sí el de las entradas. O mejor, que coleccione entradas de este blog, que ya se están acabando...
lunes, 18 de julio de 2011
APUESTAS
La Quiniela, el rasca de la ONCE, el Monopoly... Nuestros hijos empiezan a entrar en el grupo de máximo factor de riesgo a la ludopatía. Con Martín no se puede pasear por la calle sin que se pare delante de cada kiosko para pedirte un par de euros de inversión. Se ha aprendido el argumento de la buena acción social para saciar su vicio por el juego. Quizás es una mala influencia derivada de nuestro viaje a Las Vegas. Tengo que reconocer que lo de la Quiniela se lo he inculcado yo en mi intento de superar mi acierto de "una de doce" en treinta y tantos años de fracasos. Claro que siempre me ha podido el corazón y he puesto victoria fija del Espanyol, lo cual me quita muchas posibilidades de éxito.
Hoy, ordenando una mesa, le he ganado una apuesta a Martín. Cuando nos íbamos a San Francisco le encontré un día con cara de haber pisado una mierda y me reconoció que no le apetecía irse porque le daba pena dejar a su gente en Madrid. Yo le contesté: "Ya verás como luego no te quieres volver de allí" y le hice firmar un papelito a modo de apuesta. Y así ha sido, Martín fue el que más pegas puso para ir y el que más ha puesto para volver. El chico es muy sentimental y le daba mucha pena dejar tan lejos a tantos buenos amigos. Esa fue la razón para invitar a su amigo Aidan a venir a España y lo cierto es que ha sido una buena fórmula para suavizar nuestro aterrizaje en casa y para facilitar la transición de los chicos. De hecho llevamos casi 20 días en Madrid y estamos hablando más ingles que durante todo el año en California. Con eso de que el primer día al chaval le dio un bajón y se agobió al verse rodeado de gente hablando en español, nos hemos puesto las batteries y hemos estado toda la familia hablando en inglés durante un montón de días. Los vecinos deben pensar que nos hemos vuelto gilipollas.
Mañana, Aidan se marcha y me temo que por un tiempo el inglés saldrá de casa. Será otro paso hacia la normalización. Está siendo una transición lenta y a veces dura porque ha sido una experiencia muy bonita y todo lo que suponga ir dejándola atrás nos entristece. El siguiente paso posiblemente afecte al blog; será también difícil, pero al final resurgiremos con fuerza... ¿Qué os apostáis?
Hoy, ordenando una mesa, le he ganado una apuesta a Martín. Cuando nos íbamos a San Francisco le encontré un día con cara de haber pisado una mierda y me reconoció que no le apetecía irse porque le daba pena dejar a su gente en Madrid. Yo le contesté: "Ya verás como luego no te quieres volver de allí" y le hice firmar un papelito a modo de apuesta. Y así ha sido, Martín fue el que más pegas puso para ir y el que más ha puesto para volver. El chico es muy sentimental y le daba mucha pena dejar tan lejos a tantos buenos amigos. Esa fue la razón para invitar a su amigo Aidan a venir a España y lo cierto es que ha sido una buena fórmula para suavizar nuestro aterrizaje en casa y para facilitar la transición de los chicos. De hecho llevamos casi 20 días en Madrid y estamos hablando más ingles que durante todo el año en California. Con eso de que el primer día al chaval le dio un bajón y se agobió al verse rodeado de gente hablando en español, nos hemos puesto las batteries y hemos estado toda la familia hablando en inglés durante un montón de días. Los vecinos deben pensar que nos hemos vuelto gilipollas.
Mañana, Aidan se marcha y me temo que por un tiempo el inglés saldrá de casa. Será otro paso hacia la normalización. Está siendo una transición lenta y a veces dura porque ha sido una experiencia muy bonita y todo lo que suponga ir dejándola atrás nos entristece. El siguiente paso posiblemente afecte al blog; será también difícil, pero al final resurgiremos con fuerza... ¿Qué os apostáis?
LA SOCIEDAD DEL MIEDO
El miedo es la peor de las enfermedades. Es cruel con quien lo sufre, es tenaz, puede ser obsesivo y hasta evolucionar a pánico. Hay muchos miedos y todos son respetables porque quién lo sufre nunca lo hace por placer. Lo lamentable del miedo es su utilización como arma arrojadiza. Algo que ocurre con demasiada frecuencia, por no decir constantemente. Vivimos en la sociedad del miedo y en ese asunto, como en otros muchos, los Estados Unidos son especialistas. Manejan los tiempos a la perfección, crean las psicosis previas, las manipulaciones posteriores y los negocios finales. El terrorismo, la delincuencia, los accidentes, la crisis, los terremotos, el fin del mundo...
Varios de nuestros amigos allí y otros tantos aquí viven mortificados por el miedo, por el constante temor a que pase algo malo, por el pavor a ser protagonistas de alguna de las truculentas noticias que salen en los periódicos. Supongo que en psicología habrá un término para definir este trastorno. Yo lo respeto porque siempre he sido muy sensible ante las enfermedades o problemas de la mente, que sin duda me parecen más duros de llevar que los daños físicos, pero hay una cosa que me cuesta aceptar y es que la gente intente transmitir y contagiar sus miedos a los demás.
Durante todo este año hemos tenido que aguantar numerosas reprimendas de ciudadanos locales porque dábamos excesiva libertad a nuestros hijos: "No dejes ni un segundo al niño solo en el parque, te lo pueden secuestrar";"Cuidado con los autobuses que van hacia el sur, que el otro día hubo un tiroteo"; "no os bañéis en la playa que el año pasado se ahogó un chico"; "como podéis dejar la puerta de casa abierta, os puede entrar algún delincuente"... Claro, que nosotros no les hicimos ni puñetero caso, la casa estuvo abierta todo el año y a los chicos se movieron por el parque, el barrio o la ciudad, de acuerdo a sus respectivas edades.
Y ya, el último de los miedos que también me han tratado de inculcar inútilmente es el de los cíber delincuentes. Que cómo se me ocurre dar datos nuestros en el blog, que estoy loco por publicar fotos familiares en Flickr. Yo les he explicado que por naturaleza siempre he sido poco desconfiado y no me ha ido mal. Siempre he tenido la teoría de que el que más robos sufre es el que más vallas y alarmas tiene. Yo tengo miedo al avión, pero no intento contagiárselo a nadie; también tengo miedo de los espíritus malignos que hay en algunas casas y te ponen la mano en el hombro por la noche; también de los bancos que siempre que pueden me quitan algo de dinero... Pero sin duda lo que me provoca auténtico miedo es la posibilidad de tener algún día tanto miedo como ellos.
sábado, 16 de julio de 2011
PUBLICIDAD INVASIVA
Suena el teléfono. Sí dígame. No, lo siento no acepto publicidad por teléfono. No me importa pagar más por mi factura de teléfono, lo que quiero es que no me molesten para venderme nada cuando estoy en casa. Leches, que ya le he dicho que no quiero publicidad por teléfono y que no quiero que usted me regale nada, simplemente quiero que me borre de su base de datos. Puede que el pobre hombre que llama desde Sudamérica o Marruecos para ahorrar pasta al operador, no tenga la culpa, pero yo tampoco la tengo de que su cuenta de resultados no vaya bien. Hay que negarse a ese tipo de ventas y publicidad invasiva o cualquier día tendremos a un tipo en la ducha o en la cama dándonos folletos. He dicho folletos.
Hoy no he tenido buen día con el teléfono y por eso lo ha pagado este último e inoportuno molestador. Primero me he vuelto loco para hacer una transferencia bancaria por culpa de los malditos e insoportables nuevos sistemas que ellos llaman de seguridad pero que seguro que encierran un buen negocio, por lo menos para la compañía de teléfono. Ahora resulta que después de hacer algo por internet y dar todas las claves posibles te tienen que mandar al móvil un mensajito con otra clave para que lo confirmes. Estoy cansado de que miren tanto por mi supuesta seguridad y tan poco por mi comodidad. Después he tenido una considerable trifulca con los señores de HNA. Se trata de una compañía de seguros de salud con quién contratamos nuestra póliza de asistencia en el extranjero. Tardaron varios meses en pagar la única factura de Simón por una atención médica; me hicieron ir tres veces a cambiar la factura al hospital por pijadas. Pues bien, ahora resulta que no me quieren pagar el billete de avión que compré cuando falleció mi madre, a pesar de que esta es la primera causa cubierta y estipulada en el contrato. Vaya sinvergüenzas, que si el procedimiento no fue correcto, que tenía que haberles llamado desde allí, que me tenía que esperar a sus instrucciones... La situación personal es lo de menos si se pueden rascar unos euros para cumplir los objetivos. Ya sabéis HNA, ni se os ocurra...
Je, je, je, ya he hecho lo que tanto critico de internet que es que sólo nos acordamos de escribir de alguien en los blogs y los chats cuando es para hablar mal. Para que no digáis también puedo hablar bien de varias compañías: Bar Las Bravas, en Espoz y Mina; helados Palazzo, en la Puerta del Sol; puesto de quesos del Mercado de Chamartín; ferretería de Sigüenza; estanco de puros de la calle Silvano; Kiosko de prensa de Mari Carmen; pastelería Saul, en Arturo Soria...Ummmm, qué ricos croassancitos y encima no te llaman por teléfono a darte la barrila.
Hoy no he tenido buen día con el teléfono y por eso lo ha pagado este último e inoportuno molestador. Primero me he vuelto loco para hacer una transferencia bancaria por culpa de los malditos e insoportables nuevos sistemas que ellos llaman de seguridad pero que seguro que encierran un buen negocio, por lo menos para la compañía de teléfono. Ahora resulta que después de hacer algo por internet y dar todas las claves posibles te tienen que mandar al móvil un mensajito con otra clave para que lo confirmes. Estoy cansado de que miren tanto por mi supuesta seguridad y tan poco por mi comodidad. Después he tenido una considerable trifulca con los señores de HNA. Se trata de una compañía de seguros de salud con quién contratamos nuestra póliza de asistencia en el extranjero. Tardaron varios meses en pagar la única factura de Simón por una atención médica; me hicieron ir tres veces a cambiar la factura al hospital por pijadas. Pues bien, ahora resulta que no me quieren pagar el billete de avión que compré cuando falleció mi madre, a pesar de que esta es la primera causa cubierta y estipulada en el contrato. Vaya sinvergüenzas, que si el procedimiento no fue correcto, que tenía que haberles llamado desde allí, que me tenía que esperar a sus instrucciones... La situación personal es lo de menos si se pueden rascar unos euros para cumplir los objetivos. Ya sabéis HNA, ni se os ocurra...
Je, je, je, ya he hecho lo que tanto critico de internet que es que sólo nos acordamos de escribir de alguien en los blogs y los chats cuando es para hablar mal. Para que no digáis también puedo hablar bien de varias compañías: Bar Las Bravas, en Espoz y Mina; helados Palazzo, en la Puerta del Sol; puesto de quesos del Mercado de Chamartín; ferretería de Sigüenza; estanco de puros de la calle Silvano; Kiosko de prensa de Mari Carmen; pastelería Saul, en Arturo Soria...Ummmm, qué ricos croassancitos y encima no te llaman por teléfono a darte la barrila.
viernes, 15 de julio de 2011
CUANDO YO ME MUERA
Llevo unos días trabajando para mis herederos. Como hace poco he pasado por el duro trance de limpieza de armarios de un ser querido, me ha entrado un enorme agobio, mezclado con pena y con vergüenza cuando he visto el estado de mis mesas, armarios, estanterías y guarda-cosas en general. Por un momento me despegué de mi cuerpo, imaginé que la había cascado y veía a mi mujer, mis hermanos y mis hijos, alrededor de un gigantesco cubo de basura, tirando cachibaches entre sonoras carcajadas: "Pero como se puede ser tan cerdo, ¿Para qué querría guardar tantas revistas?, ¿Qué coño hacemos con tanto disco?, ¿A alguno os interesa una entrevista manuscrita con Sito Pons?, ¿Y un extracto del banco del 93?, ¿Y la radiografía de su codo lleno de alambres?" Y mientras tanto todos con mocos y lágrimas en los ojos, pero no de tristeza sino de la alergia provocada por tanto polvo amontonado de años. Ya lo sabéis, cuando la palme comprad Ebastel.
También estoy haciendo lo propio en la oficina. Con eso de que hay un montón de gente que no conozco y que estoy bastante desconectado de los proyectos, de momento he optado por facilitar las cosas a mi futuro sucesor. Llevo ya sacadas varias cajas de mierda y a todo el que pasa cerca le encasqueto algún regalito, desde una alfombra saharaui carcomida, a un libro de Motos del 99, a un montón de cintas de vídeo Betacam, sí ese que era mejor que el VHS.
Cansado de limpiar basura, he decidido proseguir con el ciberespacio que tanta inquietud le causaba a Montse y he compactado no-sé-cuántos-mil e-mails y después he decidido morirme para el noventa por ciento de las direcciones de e-mail que a diario me envían newsletter y ofertas. Un gimnasio al que iba Montse, la Opera de San Francisco; el circuito de Laguna Seca; el calendario de conciertos en California; Air France, Last Minute, SF Weekly, Tripadvisor, el huerto en casa, Best deals... y muchísimas más. Sólo me he quedado con las del Sáhara, las de mis hobbies y alguna política que me hace gracia, como el Partido Radical, Revolution Books o el mismísimo Obama, que cada semana me manda un mail informándome de sus actos y campañas, lo cual me provoca cierto morbo. Al margen de eso no creáis que recibo muchos más e-mails ni tampoco llamadas. Es cierto que en un año el nivel de desconexión es enorme; vamos, que para muchos ya la he palmado.
Antes de irme leí un libro bastante simplón llamado "Los lunes al golf", que hablaba de los problemas psicológicos de gente que se retira temporal o definitivamente y no puede superar la ausencia de estrés, de poder, de protagonismo... A mí, tengo que reconocer que me gustó cuando llegué a la oficina y la nueva recepcionista no me conocía (me hice pasar por una visita) y de momento me encuentro muy a gusto en un despacho sin carreras, gritos y tensiones. Eso sí, lo más reconfortante ha sido encontrarme las plantas de la entrada secas, ha sido todo un reconocimiento a mi trabajo de alta responsabilidad durante tantos años, recordando cada día a la chica de la entrada: "No se te olvide regar las plantas". Me he ido unos meses y se han secado. Ya veis, no puede uno morirse tranquilo.
También estoy haciendo lo propio en la oficina. Con eso de que hay un montón de gente que no conozco y que estoy bastante desconectado de los proyectos, de momento he optado por facilitar las cosas a mi futuro sucesor. Llevo ya sacadas varias cajas de mierda y a todo el que pasa cerca le encasqueto algún regalito, desde una alfombra saharaui carcomida, a un libro de Motos del 99, a un montón de cintas de vídeo Betacam, sí ese que era mejor que el VHS.
Cansado de limpiar basura, he decidido proseguir con el ciberespacio que tanta inquietud le causaba a Montse y he compactado no-sé-cuántos-mil e-mails y después he decidido morirme para el noventa por ciento de las direcciones de e-mail que a diario me envían newsletter y ofertas. Un gimnasio al que iba Montse, la Opera de San Francisco; el circuito de Laguna Seca; el calendario de conciertos en California; Air France, Last Minute, SF Weekly, Tripadvisor, el huerto en casa, Best deals... y muchísimas más. Sólo me he quedado con las del Sáhara, las de mis hobbies y alguna política que me hace gracia, como el Partido Radical, Revolution Books o el mismísimo Obama, que cada semana me manda un mail informándome de sus actos y campañas, lo cual me provoca cierto morbo. Al margen de eso no creáis que recibo muchos más e-mails ni tampoco llamadas. Es cierto que en un año el nivel de desconexión es enorme; vamos, que para muchos ya la he palmado.
Antes de irme leí un libro bastante simplón llamado "Los lunes al golf", que hablaba de los problemas psicológicos de gente que se retira temporal o definitivamente y no puede superar la ausencia de estrés, de poder, de protagonismo... A mí, tengo que reconocer que me gustó cuando llegué a la oficina y la nueva recepcionista no me conocía (me hice pasar por una visita) y de momento me encuentro muy a gusto en un despacho sin carreras, gritos y tensiones. Eso sí, lo más reconfortante ha sido encontrarme las plantas de la entrada secas, ha sido todo un reconocimiento a mi trabajo de alta responsabilidad durante tantos años, recordando cada día a la chica de la entrada: "No se te olvide regar las plantas". Me he ido unos meses y se han secado. Ya veis, no puede uno morirse tranquilo.
jueves, 14 de julio de 2011
EL TELEDIARIO Y EL ARQUEOLÓGICO
Sigo contando mis extrañezas. Hoy me he tumbado a ver tranquilamente el telediario, pensaba que me quedaría dormida enseguida porque ayer me acosté tarde, pero no ha sido así, las noticias han llegado a mi cerebro en estado de seminconsciencia. Lo primero que he visto en pantalla antes de estar atocinada es a la señora Cospedal. ¡Dios! Casi me da algo. También me habría dado algo con otros personajes pero dio la casualidad de que era ella. Me había olvidado de su existencia. También he visto desfilar unos cuantos ministros o altos cargos de todo tipo, completamente nuevos para mí. La mitad de las noticias que he oído no las he entendido porque en los últimos meses no he seguido la política nacional. Lo que sí os prometo es que me ha parecido un tostón insoportable. Sumida en ese sopor, mi cabeza sólo ha registrado unas cuantas cosas, varias noticias sobre detenidos o imputados por corrupción, tres mujeres muertas a manos de sus parejas y un terrible accidente de tráfico con varios jóvenes muertos. Para no volver a encender la tele. Me da mucha pereza aterrizar en la actualidad del país en general y en la política en particular. Van pasando los días y el jet lag va desapareciendo pero no veo telediarios ni escucho la radio, por el momento no puedo. Ayer cenando con unos amigos se habló de política. Yo seguí con atención la conversación pensando que sería una buena ayuda para mi aterrizaje pero a los quince minutos tuve que desconectar. Tuve la sensación de estar oyendo por enésima vez la misma canción de siempre, no sé si porque todavía sigo aterrizando o porque me he vuelto escéptica. De momento mi única fuente de información es la sección de política internacional de El País y un programa de noticias de Aljazzera English TV que veo, ambas desde mi ipad.
Es curioso he pasado temporadas cansada de oír hablar inglés y haciendo grandes esfuerzos por hablarlo y ahora lo echo de menos. Cada día necesito una dosis in english en forma de noticias, una película o lo que sea. Sin ir más lejos, esta mañana entrando en el metro con Martín y Aidan, he oído a un americano junto a la máquina de sacar billetes y le he saltado literalmente al cuello preguntándole si necesitaba algo, de dónde era, qué línea iba a coger, cuántos años tenía su hija y no sé cuántas cosas más. Él hablaba español bastante bien pero a mi me ha dado igual y he seguido la conversación en inglés ante su cara de sorpresa.
Me dirigía con Martín y Aidan al museo arqueológico donde, mientras ellos miraban todo con mucha atención, yo no he echo otra cosa que seguir a los turistas extranjeros, ponerme a su lado e intentar averiguar de qué hablan. Hasta me he leído unas cuantas cartelas en inglés para ver como se dice La Dama de Elche, sarcófago romano, escudo de madera y bronce o cualquier otra cosa....... En fin que sigo más pallá que pacá.
Es curioso he pasado temporadas cansada de oír hablar inglés y haciendo grandes esfuerzos por hablarlo y ahora lo echo de menos. Cada día necesito una dosis in english en forma de noticias, una película o lo que sea. Sin ir más lejos, esta mañana entrando en el metro con Martín y Aidan, he oído a un americano junto a la máquina de sacar billetes y le he saltado literalmente al cuello preguntándole si necesitaba algo, de dónde era, qué línea iba a coger, cuántos años tenía su hija y no sé cuántas cosas más. Él hablaba español bastante bien pero a mi me ha dado igual y he seguido la conversación en inglés ante su cara de sorpresa.
Me dirigía con Martín y Aidan al museo arqueológico donde, mientras ellos miraban todo con mucha atención, yo no he echo otra cosa que seguir a los turistas extranjeros, ponerme a su lado e intentar averiguar de qué hablan. Hasta me he leído unas cuantas cartelas en inglés para ver como se dice La Dama de Elche, sarcófago romano, escudo de madera y bronce o cualquier otra cosa....... En fin que sigo más pallá que pacá.
miércoles, 13 de julio de 2011
EL LABERINTO EN MI CABEZA
Mi principal hobby o vicio es comprar discos. Desde que en 1977, con 14 años, compré el primer álbum de los Clash, no he parado. Aun ahora, soy de los pocos que se niega a bajar las canciones de internet y pago mis discos religiosamente. Y mira que yo hago muy pocas cosas religiosamente. Pero esta sí. Si me gusta un grupo o un cantante, lo mínimo que puedo hacer por él es pagar mi disco, incluidos todos los gastos de discográfica, SGAE y demás trinques y además me gusta tenerlo físicamente, leer las letras y ver las fotos. Ya sé que soy raro.
En San Francisco apenas compré tres o cuatro cosas en Amoeba y Rasputin por aquello de poder presumir de haberlo hecho. Así que cuando llegué a Madrid tuve que ir corriendo a saciar mi síndrome de abstinencia en el mostrador de los grupos españoles independientes de L'Fnac. Un año da para muchos lanzamiento: La Habitación Roja, Vetusta Morla, Sr Chinarro, Lori Meyers, Refree, Second... Y hasta me atrevo con el último de Extremoduro. Me gusta, está muy bien y creo que han vendido un montón. Lo escucho en el coche y me emociono con su romanticismo: "Van tan deprisa nuestras almas que se arrollan; que se encuentran cuando nuestros cuerpos follan y follan". Tendré que tener cuidado de que no lo oigan Lucito y Martín porque sino ya tenemos estribillo para todo el verano.
Me adentro en el complejo y arisco mundo del atasco de las seis en la M-40. Sigue la canción y pasa a hablar del "laberinto que hay en mi cabeza" y entonces creo que es autobiográfica, vamos que me la dedican. Intento encontrar una salida. No lo consigo, ni del atasco ni del laberinto. Llevo un año sin agenda y estoy perdido. Sin agenda es sin librito con el calendario y sin importantes citas con que rellenarla. Sin continente y sin contenido. En casa no encuentro mi sitio, quizás porque todavía hay demasiados trastos de la mudanza por medio; en la oficina, mi despacho sigue allí pero se ha acostumbrado a estar sin mí y noto que le estorbo. Mis compañeros tratan de ponerme al día pero son respetuosos y no me atosigan. Se han debido dar cuenta de que ya estoy mayor y que podría ser peligroso un exceso de estrés repentino. Se lo agradezco. Aterrizo con calma pero noto que todavía hay una parte de mí que está paseando por Crissy Fields, subido al tranvía de Powell, asomándome a Lombard desde Hyde, en la catedral dando vueltas al laberinto... ¡No! Otra vez el laberinto, quiero salir, escapar de él... Necesito unas vacaciones.
En San Francisco apenas compré tres o cuatro cosas en Amoeba y Rasputin por aquello de poder presumir de haberlo hecho. Así que cuando llegué a Madrid tuve que ir corriendo a saciar mi síndrome de abstinencia en el mostrador de los grupos españoles independientes de L'Fnac. Un año da para muchos lanzamiento: La Habitación Roja, Vetusta Morla, Sr Chinarro, Lori Meyers, Refree, Second... Y hasta me atrevo con el último de Extremoduro. Me gusta, está muy bien y creo que han vendido un montón. Lo escucho en el coche y me emociono con su romanticismo: "Van tan deprisa nuestras almas que se arrollan; que se encuentran cuando nuestros cuerpos follan y follan". Tendré que tener cuidado de que no lo oigan Lucito y Martín porque sino ya tenemos estribillo para todo el verano.
Me adentro en el complejo y arisco mundo del atasco de las seis en la M-40. Sigue la canción y pasa a hablar del "laberinto que hay en mi cabeza" y entonces creo que es autobiográfica, vamos que me la dedican. Intento encontrar una salida. No lo consigo, ni del atasco ni del laberinto. Llevo un año sin agenda y estoy perdido. Sin agenda es sin librito con el calendario y sin importantes citas con que rellenarla. Sin continente y sin contenido. En casa no encuentro mi sitio, quizás porque todavía hay demasiados trastos de la mudanza por medio; en la oficina, mi despacho sigue allí pero se ha acostumbrado a estar sin mí y noto que le estorbo. Mis compañeros tratan de ponerme al día pero son respetuosos y no me atosigan. Se han debido dar cuenta de que ya estoy mayor y que podría ser peligroso un exceso de estrés repentino. Se lo agradezco. Aterrizo con calma pero noto que todavía hay una parte de mí que está paseando por Crissy Fields, subido al tranvía de Powell, asomándome a Lombard desde Hyde, en la catedral dando vueltas al laberinto... ¡No! Otra vez el laberinto, quiero salir, escapar de él... Necesito unas vacaciones.
martes, 12 de julio de 2011
VOLVEMOS A ESPAÑA
El verdadero regreso a nuestro país y nuestra vida ha sido llegar a Santamera. Es un sitio único. El valle, el río, los buitres, las hoces, el pantano, la calma, el molino... Y allí nuestra casita de piedra y unos cuantos buenos amigos. Nos hemos reencontrado con esos placeres mundanos que ofrece el fin de semana, los amigos, las paellas, el vinito, los cotilleos, el paseo, la Yamaha dos y medio y dormir hasta las tantas.
El pueblo es muy pequeñito, con 20 ó 30 personas durante el fin de semana pero sólo cinco habitantes a diario. Bueno vivían cinco personas cuando nos fuimos el año pasado y siguen viviendo cinco personas ahora que hemos regresado, aunque no son las mismas cinco. Os explico: el molinero de toda la vida se murió mientras estábamos en San Francisco, con lo cual Asun, la molinera, se ha quedado sola con una mujer que la cuida. Por otro lado, un chaval joven que ha decidido quedarse en el pueblo de granjero, se ha separado ahora de su mujer. Dos bajas, sustituidas por dos altas, una pareja de letones que nuestro amigo Maxi se encontró haciendo autostop en la Nacional II. Sí, letones de Letonia. Son muy altos y ella lleva minifalda de cuello vuelto con lo cual se le ven las amígdalas y están los paisanos un tanto revolucionados. Lo digo porque cuando a mí me hablaron de letones pensé que era algún cruce entre hurones y ardillas, o castores y cobayas...Vamos uno de esos animales peludos y pequeños con ojos saltones y cola erizada que se te cruzan en la carretera a las tantas de la noche.
Lo chocante es que en este lejano pueblo de la Alcarria se oye hablar inglés. Casi más que español, porque además de los letones, este fin de semana hemos llegado nosotros con Aidan para terminar de romper los esquemas a más de uno. Reconozco que a mí también me chocaba asomarme a nuestra terraza por encima del valle a escuchar los pajaritos, la brisa del viento, los rebuznos de Beltrán (el burro del pueblo), los vahídos de las cabras, el zumbido de los mosquitos, mis estornudos de alergia, el correr del agua del río y entre medias los gritos de los chavales: "Wait wait, guys, I got a flat tire, I need to repair my bike..."
Claro que el que me ha descuadrado todo ha sido Lucito que cuando ya habíamos recogido todo y nos disponíamos a subir al coche para regresar a Madrid, me ha preguntado: "¿Papi, nos volvemos ya a España?"... Pobrecillo, qué cacao tiene.
El pueblo es muy pequeñito, con 20 ó 30 personas durante el fin de semana pero sólo cinco habitantes a diario. Bueno vivían cinco personas cuando nos fuimos el año pasado y siguen viviendo cinco personas ahora que hemos regresado, aunque no son las mismas cinco. Os explico: el molinero de toda la vida se murió mientras estábamos en San Francisco, con lo cual Asun, la molinera, se ha quedado sola con una mujer que la cuida. Por otro lado, un chaval joven que ha decidido quedarse en el pueblo de granjero, se ha separado ahora de su mujer. Dos bajas, sustituidas por dos altas, una pareja de letones que nuestro amigo Maxi se encontró haciendo autostop en la Nacional II. Sí, letones de Letonia. Son muy altos y ella lleva minifalda de cuello vuelto con lo cual se le ven las amígdalas y están los paisanos un tanto revolucionados. Lo digo porque cuando a mí me hablaron de letones pensé que era algún cruce entre hurones y ardillas, o castores y cobayas...Vamos uno de esos animales peludos y pequeños con ojos saltones y cola erizada que se te cruzan en la carretera a las tantas de la noche.
Lo chocante es que en este lejano pueblo de la Alcarria se oye hablar inglés. Casi más que español, porque además de los letones, este fin de semana hemos llegado nosotros con Aidan para terminar de romper los esquemas a más de uno. Reconozco que a mí también me chocaba asomarme a nuestra terraza por encima del valle a escuchar los pajaritos, la brisa del viento, los rebuznos de Beltrán (el burro del pueblo), los vahídos de las cabras, el zumbido de los mosquitos, mis estornudos de alergia, el correr del agua del río y entre medias los gritos de los chavales: "Wait wait, guys, I got a flat tire, I need to repair my bike..."
Claro que el que me ha descuadrado todo ha sido Lucito que cuando ya habíamos recogido todo y nos disponíamos a subir al coche para regresar a Madrid, me ha preguntado: "¿Papi, nos volvemos ya a España?"... Pobrecillo, qué cacao tiene.
lunes, 11 de julio de 2011
EL MELÓN DE SELECCIÓN
Madrid es más seco, se nota en las narices; más caluroso, se nota en los sudores (ya estamos...); las calles están más sucias, se nota en la planta del zapato; las carreteras están más limpias, se nota en los arcenes sin bichos muertos; tiene más farolas, se nota en la luz nocturna; tiene las paredes repletas de feísimos graffitis, se nota que ha perdido la batalla que sólo San Francisco supo ganar; está lleno de españoles, se nota en que hay mucha más gente bajita y fea por las aceras. Madrid es latino, se nota en su ambiente.
En este análisis sociológico normal del reencuentro, caigo en el Carrefour del barrio de Hortaleza para rellenar despensa y nevera que andamos justos de víveres. Disfruto como un enano (también yo soy bajito y feo) haciendo zigzag con mi carrito entre pensionistas madrugadores y la señora de la compra, ese personaje tan español. Me sorprenden los tamaños, por pequeños, el carrito, los yogures, las cajas de cereales, el champú... Los envases son mucho más pequeños en nuestro país. Quizás por eso somos más pequeños. ¿O será al revés?. La gallina y el huevo. Sin embargo me sorprende la gran variedad de productos que tenemos aquí y sobre todo alucino cuando llego a la carnicería y la pescadería. Qué calidad, qué variedad. En esto sí que estamos por delante. Cuento más de 50 clases distintas de pescado o marisco, mientras que en el Safeway de SF apenas había 4 ó 5. La otra gran sorpresa es que todo es más barato; a pesar del altísimo cambio del Euro-Dólar, las cosas son bastante más baratas aquí. Eso sí, me preocupo cuando entro en un pasillo con carteles de "Ecologic" y veo la misma tontería del "organic" que allí tanto ha calado. Tened cuidado, no seamos tontos de caer en la trampa, que no nos engañen, no paguemos más por lo mismo, por mucho que lo empaqueten mejor y te pongan la foto de una granja muy bonita. Bastante nos han engañado ya con el truco "ecológico" de las bolsas que sobre todo protege el bolsillo del señor Carrefour.
Saturado de recorrer pasillos y con el carro lleno, me encamino hacia la caja pero en el camino se me cruza un inmenso melón que llena todas mi vista. Es un melón de selección y lo pongo encima del carro como guinda a mi suculenta compra. Llego a la caja y voy pagando y ordenando las cosas en bolsas. Hecho de menos las cajas de SF que siempre tienen una persona ayudando a guardar las cosas. Pago y me voy. Todo perfecto, todo menos el melón de selección; eran 3,5 euros, pero por kilo y el cacho melón de la selección me cuesta medio sueldo de Iniesta, pago 14 euros por un melón, catorce euracos, 20 dólares, 2.200 pesetas, 24 francos, 22.000 liras, lo degustaré como si fuera caviar. No me han engañado con el "ecologic" pero si con la "selección". ¡Pringao!
En este análisis sociológico normal del reencuentro, caigo en el Carrefour del barrio de Hortaleza para rellenar despensa y nevera que andamos justos de víveres. Disfruto como un enano (también yo soy bajito y feo) haciendo zigzag con mi carrito entre pensionistas madrugadores y la señora de la compra, ese personaje tan español. Me sorprenden los tamaños, por pequeños, el carrito, los yogures, las cajas de cereales, el champú... Los envases son mucho más pequeños en nuestro país. Quizás por eso somos más pequeños. ¿O será al revés?. La gallina y el huevo. Sin embargo me sorprende la gran variedad de productos que tenemos aquí y sobre todo alucino cuando llego a la carnicería y la pescadería. Qué calidad, qué variedad. En esto sí que estamos por delante. Cuento más de 50 clases distintas de pescado o marisco, mientras que en el Safeway de SF apenas había 4 ó 5. La otra gran sorpresa es que todo es más barato; a pesar del altísimo cambio del Euro-Dólar, las cosas son bastante más baratas aquí. Eso sí, me preocupo cuando entro en un pasillo con carteles de "Ecologic" y veo la misma tontería del "organic" que allí tanto ha calado. Tened cuidado, no seamos tontos de caer en la trampa, que no nos engañen, no paguemos más por lo mismo, por mucho que lo empaqueten mejor y te pongan la foto de una granja muy bonita. Bastante nos han engañado ya con el truco "ecológico" de las bolsas que sobre todo protege el bolsillo del señor Carrefour.
Saturado de recorrer pasillos y con el carro lleno, me encamino hacia la caja pero en el camino se me cruza un inmenso melón que llena todas mi vista. Es un melón de selección y lo pongo encima del carro como guinda a mi suculenta compra. Llego a la caja y voy pagando y ordenando las cosas en bolsas. Hecho de menos las cajas de SF que siempre tienen una persona ayudando a guardar las cosas. Pago y me voy. Todo perfecto, todo menos el melón de selección; eran 3,5 euros, pero por kilo y el cacho melón de la selección me cuesta medio sueldo de Iniesta, pago 14 euros por un melón, catorce euracos, 20 dólares, 2.200 pesetas, 24 francos, 22.000 liras, lo degustaré como si fuera caviar. No me han engañado con el "ecologic" pero si con la "selección". ¡Pringao!
domingo, 10 de julio de 2011
AMIGOS
Vamos rumbo a Santamera, nuestro retiro espiritual. Después de esta primera semana culminada con el fiestorro del viernes, viene bien un poco de tranquilidad. Qué gran reencuentro con los amigos. Con el químico, con la profesora, con el médico, con el periodista, con el organero, con el pintor, con el director de cine, con el arquitecto, con la artista, con la modista, con el director de marketing, con la doctora, con la flamenca, con la fisio, con el viticultor, con la psicóloga, con el comercial, con el escritor, con la editora, con el ejecutivo, con el empresario, con el policía, con el fotógrafo, con el empleado, con el desempleado, con el aventurero, con el emprendedor... ¿Quién dijo que nuestros amigos en San Francisco eran raros?; ¿quién dijo que las mezclas no son buenas?
Del barrio, del colegio, de la facultad, de la puerta del colegio de nuestro hijos, del trabajo, del equipo de bicis, del Sahara, de la familia, de toda la vida... Pero todos ellos amigos y la combinación funcionaba. Faltaron muchos; ya lo sabíamos pero si lo retrasábamos hubieran faltado todavía más. Fue divertido. Hasta las cuatro de la mañana. Encima nos traen regalos...Pero si es al revés, si los regalos los tienen que traer los que se van de viaje. El caso es que estamos abrumados por el recibimiento que nos han dado nuestros amigos. Hacía mucho tiempo que no nos encontrábamos como si estuviéramos en casa. Y además os entendíamos a todos perfectamente... ¡Que bien habláis inglés!
Del barrio, del colegio, de la facultad, de la puerta del colegio de nuestro hijos, del trabajo, del equipo de bicis, del Sahara, de la familia, de toda la vida... Pero todos ellos amigos y la combinación funcionaba. Faltaron muchos; ya lo sabíamos pero si lo retrasábamos hubieran faltado todavía más. Fue divertido. Hasta las cuatro de la mañana. Encima nos traen regalos...Pero si es al revés, si los regalos los tienen que traer los que se van de viaje. El caso es que estamos abrumados por el recibimiento que nos han dado nuestros amigos. Hacía mucho tiempo que no nos encontrábamos como si estuviéramos en casa. Y además os entendíamos a todos perfectamente... ¡Que bien habláis inglés!
sábado, 9 de julio de 2011
ALZHEIMER A LOS CUARENTA Y TANTOS
Llevo varios días dando vueltas por la casa buscando cosas perdidas, cosas que sé que están pero no dónde. No sé por dónde empezar porque muchas deben estar en su lugar habitual y no recuerdo cuál era y otras porque están fuera de su sitio por desordenados que somos o porque nunca han tenido sitio fijo. Las llaves de casa, por ejemplo. Tenemos una caja llena de llaves en un armario. Algunas son de casas donde hemos vivido o de casa de mis padres cuando todavía estaban en Madrid y otras no tengo ni remota idea de dónde son y por eso no me atrevo a tirarlas. En ese amasijo de llaves busco las de casa pero no recuerdo cómo eran exactamente ni cuántas había. Se que hay una llave más gorda que las demás, la de la puerta principal pero ninguna de las que encuentro parecidas abre la puerta de casa. También tengo desaparecido el mando a distancia del garaje y tengo que aparcar en la calle. No es muy grave el tema pero se pone a sesenta grados el coche y se está llenando de cagadas de paloma. El móvil español apareció al tercer día como Jesucristo, con las prisas de la recogida lo había metido en una bolsa de aseo con las medicinas. El cargador de mi móvil al cuarto, me empeñaba en buscarlo por los armarios entre las cosas que no me llevé. Tengo la misma sensación que después de una mudanza donde siempre desaparecen cosas misteriosamente. No todo es malo, como paso horas buscando algo perdido me encuentro otras que no buscaba pero que son importantes. Como mi carnet de conducir que desapareció en SF. Lo tuve que utilizar para engañar al del alquiler de Harley. Nuestro amigo Jesús que vino a visitarnos y que es casi peor que yo, también tenía extraviado el suyo y se habría quedado sin hacer una excursión estupenda si no llega a ser por el mío.
Sigo padeciendo jet lag y me está pasando lo mismo que al coche de Diego, me estoy desprogramando. Como siga así me van a tener que llevar al taller y enchufarme en una máquina de esas que resetéan todo. Se me han olvidado muchos números de teléfono que utilizaba habitualmente y tengo que echar mano de la agenda de teléfono continuamente. Menos mal que soy antigua y los tengo apuntados. Pero lo más alucinante me pasó el otro día cuando llamé a mi amigo Manuel, al que conozco hace veinte años, y toda chula marqué el número sin mirar el listín. Me contestó su madre. Había llamado al número que tenía cuando estábamos en la facultad. Mi mente hizo lo mismo que la de un enfermo de alzheimer, recordar algo que gravé hace mil años. La verdad no me importó porque pude saludar a Pilar, su madre, que ha sido una de nuestras fieles seguidoras.
Por favor, dadme tiempo.
Sigo padeciendo jet lag y me está pasando lo mismo que al coche de Diego, me estoy desprogramando. Como siga así me van a tener que llevar al taller y enchufarme en una máquina de esas que resetéan todo. Se me han olvidado muchos números de teléfono que utilizaba habitualmente y tengo que echar mano de la agenda de teléfono continuamente. Menos mal que soy antigua y los tengo apuntados. Pero lo más alucinante me pasó el otro día cuando llamé a mi amigo Manuel, al que conozco hace veinte años, y toda chula marqué el número sin mirar el listín. Me contestó su madre. Había llamado al número que tenía cuando estábamos en la facultad. Mi mente hizo lo mismo que la de un enfermo de alzheimer, recordar algo que gravé hace mil años. La verdad no me importó porque pude saludar a Pilar, su madre, que ha sido una de nuestras fieles seguidoras.
Por favor, dadme tiempo.
viernes, 8 de julio de 2011
MADRID DOWNTOWN Y AIDAN
Nos hemos traído de SF, ademas de doce maletas y nuestros queridos hijos, uno más. Cuando faltaba mes y medio para volver, Martín, que siempre es el más sentimental, empezó a ponerse nervioso pensando que tenía que despedirse de todos sus nuevos amigos. Él, que siempre da mil vueltas a las cosas, solucionó su pena pidiéndonos que le dejásemos invitar a su mejor amigo. Diego jr ha tenido la compañía de Simón todo el año y pensamos que Martín estaba en su derecho. Así que aquí está el bueno de Aidan en el continente europeo por primera vez en su vida. Llegó contentísimo y animado y no paró de jugar la primera tarde en casa hasta que las miles de horas de vuelo y el jet lag le hicieron derrumbarse y echarse a llorar preguntando por sus padres desconsoladamente. Es normal todavía son pequeños y además del cansancio y la distancia no entiende casi una palabra de español y se siente desconcertado. No entender es duro y te aisla de la realidad sintiéndote solo a menudo. Nosotros lo sabemos bien porque pasamos por lo mismo los primeros meses. Le hemos mimado y calmado como hemos podido y poco a poco se va sintiendo mejor. Una de las cosas que más le apetecían es ver el centro de Madrid y en cuanto se ha adaptado al horario nos hemos ido a cenar unas tapas.
Y aquí empieza para mi el reencuentro con la ciudad. Es increíble la cantidad de diferencias y pequeños matices que puedes encontrar en la vida cotidiana entre dos ciudades. El tráfico es distinto, hay más coches, más gente por la calle y más ruido. La forma de conducir es diferente y voy cagada de casa a la plaza Mayor, viendo como los coches de delante y detrás se cambian de carril continuamente.
Pasamos por la calle Serrano, que no había visto terminada y alucino, hay una terraza elegantísima en mitad de la acera y todo está más nuevo. Me siento como una paleta que llega a la capital. Voy mirando los escaparates y las caras de la gente con curiosidad y admiración.
Luego viene una de las cosas con las que más he soñado estos meses, encontrarnos con los amigos y por supuesto unas cañas bien frías, tortilla, calamares, patatas bravas........se me hace la boca agua y los amigos que nos acompañan se ríen de mí viéndome comer y beber compulsivamente.
Entramos en la Puerta del Sol y me vuelvo a sorprender del ruido y la cantidad de gente que hay en ella. Me gusta. También están los restos de la acampada de indignados, una de las cosas que me gustaría no haberme perdido, pero veo el ambiente y algunos corrillos de jóvenes debatiendo sus ideas. Me siento orgullosa de tener gente capaz de echarse a la calle. Lo mejor ha sido volver a ver como vivimos los españoles, rodeados de amigos y en la calle. Para terminar un helado delicioso y la cara de sorpresa de Aidan preguntando: ¿Aquí siempre hay tanta gente por la calle?
¡Viva Madrid!
Y aquí empieza para mi el reencuentro con la ciudad. Es increíble la cantidad de diferencias y pequeños matices que puedes encontrar en la vida cotidiana entre dos ciudades. El tráfico es distinto, hay más coches, más gente por la calle y más ruido. La forma de conducir es diferente y voy cagada de casa a la plaza Mayor, viendo como los coches de delante y detrás se cambian de carril continuamente.
Pasamos por la calle Serrano, que no había visto terminada y alucino, hay una terraza elegantísima en mitad de la acera y todo está más nuevo. Me siento como una paleta que llega a la capital. Voy mirando los escaparates y las caras de la gente con curiosidad y admiración.
Luego viene una de las cosas con las que más he soñado estos meses, encontrarnos con los amigos y por supuesto unas cañas bien frías, tortilla, calamares, patatas bravas........se me hace la boca agua y los amigos que nos acompañan se ríen de mí viéndome comer y beber compulsivamente.
Entramos en la Puerta del Sol y me vuelvo a sorprender del ruido y la cantidad de gente que hay en ella. Me gusta. También están los restos de la acampada de indignados, una de las cosas que me gustaría no haberme perdido, pero veo el ambiente y algunos corrillos de jóvenes debatiendo sus ideas. Me siento orgullosa de tener gente capaz de echarse a la calle. Lo mejor ha sido volver a ver como vivimos los españoles, rodeados de amigos y en la calle. Para terminar un helado delicioso y la cara de sorpresa de Aidan preguntando: ¿Aquí siempre hay tanta gente por la calle?
¡Viva Madrid!
jueves, 7 de julio de 2011
DECÍAMOS AYER
Estoy desconcertado. Es normal. Estamos en pleno proceso para descontar las nueve horas de diferencia después de haber anulado los 10.250 kilómetros de distancia. Asimilar lo que ha supuesto este año será algo más lento. De momento, la presencia de los amigos es reconfortante y la generalizada cara de envidia sana nos hace sentirnos satisfechos y orgullosos de nuestra aventura. Ya os dije en alguna de estas tropecientas entradas que la envidia me parece una virtud cuando no es destructiva. Sin embargo, seguimos un tanto desconcertados. Un año es muy largo y pasan muchas cosas, pero ahora mismo la frase que mejor define nuestro sentir es la de "Decíamos ayer". Qué gran tema. Me parece que era de Fray Luis de León, aunque no me acuerdo muy bien de la música. Que no hombre, que fue lo que dijo cuando volvió a su cátedra después de cinco años preso por la Inquisición. Y esa es nuestra sensación, que no ha pasado el tiempo, que fue ayer cuando nos subimos en el vuelo de US Airways destino San Francisco.
Desconcertado. Porque las cosas de casa siguen más o menos en su sitio; porque en la radio suena la misma sintonía, los mismos anuncios, los mismos tertulianos; porque en la Oficina mi despacho está como lo dejé, sumido en ese caos que suele rodearme. Tengo la sensación de no haberme ido y de que mi ausencia no se ha notado mucho. Es todo como un permanente "deja vu" que, además de desconcertarme, me crea cierta pereza.
Me refugio en el blog para comprobar que es verdad, que hemos estado casi un año fuera, miro las estadísticas y veo que ahora tiene muchas más visitas que antes. Me desconcierta aun más. Ahora que en teoría la audiencia nos iba a pedir que nos calláramos, resulta que se disparan las entradas. Quizás sean nuestros amigos americanos que quieren seguir ahora nuestra aventura europea, pero ellos no understand el spanish. O a lo mejor sois vosotros, los fieles seguidores, que pincháis veinte veces al día cada uno para que no desaparezca esta vuestra droga.
Menos mal que los medios se han acordado de recordarnos nuestra experiencia. Abro El País y encuentro un reportaje sobre españoles que viven en Estados Unidos; pongo Telemadrid y veo "Madrileños por el mundo", en San Francisco; oigo las noticias y hablan del 4 de julio, día de la Independencia; paseo por las calles del centro y me cruzo con los cochecitos Go kart amarillos que son el icono del turismo en San Francisco. Parece que está todo preparado, que hay una cámara oculta, pero no la encuentro. Noto que Aidan también está desconcertado y tiene morriña así que decido llevarle a comer a un sitio "Typical spanish", el Burguer King. Terminamos de comer y se acerca un homeless a la mesa pidiendo comida, Martín con su buen corazón le ofrece sus patatas y la Coca Cola y le explica con su acento californiano: "If you want some more ketchup, go downstairs, it's free". El pobre hombre cogió todo y sonrió con cara desconcertada. Yo, también.
Desconcertado. Porque las cosas de casa siguen más o menos en su sitio; porque en la radio suena la misma sintonía, los mismos anuncios, los mismos tertulianos; porque en la Oficina mi despacho está como lo dejé, sumido en ese caos que suele rodearme. Tengo la sensación de no haberme ido y de que mi ausencia no se ha notado mucho. Es todo como un permanente "deja vu" que, además de desconcertarme, me crea cierta pereza.
Me refugio en el blog para comprobar que es verdad, que hemos estado casi un año fuera, miro las estadísticas y veo que ahora tiene muchas más visitas que antes. Me desconcierta aun más. Ahora que en teoría la audiencia nos iba a pedir que nos calláramos, resulta que se disparan las entradas. Quizás sean nuestros amigos americanos que quieren seguir ahora nuestra aventura europea, pero ellos no understand el spanish. O a lo mejor sois vosotros, los fieles seguidores, que pincháis veinte veces al día cada uno para que no desaparezca esta vuestra droga.
Menos mal que los medios se han acordado de recordarnos nuestra experiencia. Abro El País y encuentro un reportaje sobre españoles que viven en Estados Unidos; pongo Telemadrid y veo "Madrileños por el mundo", en San Francisco; oigo las noticias y hablan del 4 de julio, día de la Independencia; paseo por las calles del centro y me cruzo con los cochecitos Go kart amarillos que son el icono del turismo en San Francisco. Parece que está todo preparado, que hay una cámara oculta, pero no la encuentro. Noto que Aidan también está desconcertado y tiene morriña así que decido llevarle a comer a un sitio "Typical spanish", el Burguer King. Terminamos de comer y se acerca un homeless a la mesa pidiendo comida, Martín con su buen corazón le ofrece sus patatas y la Coca Cola y le explica con su acento californiano: "If you want some more ketchup, go downstairs, it's free". El pobre hombre cogió todo y sonrió con cara desconcertada. Yo, también.
miércoles, 6 de julio de 2011
LA VUELTA Y LA AUSENCIA
Cientos de objetos me miran de forma extraña e impertinente desde el mismo sitio donde los dejé hace un año, una espumadera que hay colgada en la cocina, el reloj de la mesilla, los libros de la estantería de mi cuarto..... Encima de ellos hay uno apartado. Recuerdo haberlo tenido en la mano el día antes de marcharnos, dudando si llevarlo o no. Después de tantos meses me resulta muy extraño recordarlo ahora con la misma nitidez que si hubiera sido ayer, con la cantidad de experiencias que hemos vivido, no entiendo que la apariencia de las cosas sea exactamente la misma. Es una gilipollez, pero me habría resultado más fácil haber encontrado cambios, el sofá de otro color, algunas cosas en diferente sitio o que en el jardín hubiera aparecido un árbol nuevo. En realidad me paro a pensarlo y las cosas parece que están igual pero no son las mismas. Nada mas atravesar la puerta he tenido la sensación de entrar en una casa atestada de cosas, muchas, demasiadas, las mismas que había hace un año y entonces no me estorbaban. También he encontrado todo muy desordenado y las paredes muy sucias. Me fijo que por todas partes hay algún desperfecto que no sabía que existía y no entiendo como no hice algo para repararlo. Un desconchón en una pared, una grieta, una columna llena de marcas de dedos sucios....
Lo que más me ha gustado es haberme encontrado en el porche de la cocina una enredadera que ha crecido a sus anchas durante nuestra ausencia. De forma incontrolada se extiende por el techo hasta casi encima de la mesa. Nadie ha cortado los extremos y hay un montón de ramas que cuelgan del techo hacia el suelo. Está precioso. La hiedra ha ocupado el hueco que nosotros dejamos, libre sin preocuparse de por dónde avanza. Lo encuentro lógico y me gusta. Por eso no voy a cortarla. La dejé abandonada a su suerte, ha crecido por derecho propio. Llegar con las tijeras y en cinco minutos obligarla a volver donde estaba como si aquí no hubiera pasado nada, me parece una falta de respeto. Sí, han pasado muchas cosas maravillosas, casi todas.
El primer día en casa, cuando ya mis padres y amigos se han marchado, paseo por el jardín de mi casa y el de Amalia, siento una enorme tristeza. Nadie ha comentado nada de su ausencia. Al pequeño Lucio no le ha extrañado no encontrársela en su habitación, cinco años no son suficientes para entender el significado de la muerte, así que puede que la haya olvidado... Martín y Diego tampoco han comentado nada, ellos sí tienen edad para entender pero se han callado. Puede que lo hayan pensado y no hayan dicho nada para evitarnos la pena a su padre y a mí. No se lo reprocho, son buenos chicos, aunque hubiera preferido algún comentario.
He sentido una gran tristeza al ver esa casa cerrada y vacía, esa casa en la que he entrado miles de veces desde que hace más de veinte años conocí a Diego y siempre la vi habitada y luminosa.
Por la tarde aparecen Rodrigo y Mónica con sus hijos, abren la casa y los niños empiezan a entrar y salir de ella felices, preparándose para darse un baño en la piscina.
Yo no he entrado, no he podido. Ni siquiera soy capaz de mirar las persianas bajadas de su habitación. No sé cuándo entraré pero no por ahora. Me niego a acostumbrarme a su ausencia tan pronto.
Siento rabia y tristeza al pensar en lo reemplazables que somos los seres humanos, por extraordinarios que hayan sido, aunque es un buen pensamiento como cura de humildad.
Lo que más me ha gustado es haberme encontrado en el porche de la cocina una enredadera que ha crecido a sus anchas durante nuestra ausencia. De forma incontrolada se extiende por el techo hasta casi encima de la mesa. Nadie ha cortado los extremos y hay un montón de ramas que cuelgan del techo hacia el suelo. Está precioso. La hiedra ha ocupado el hueco que nosotros dejamos, libre sin preocuparse de por dónde avanza. Lo encuentro lógico y me gusta. Por eso no voy a cortarla. La dejé abandonada a su suerte, ha crecido por derecho propio. Llegar con las tijeras y en cinco minutos obligarla a volver donde estaba como si aquí no hubiera pasado nada, me parece una falta de respeto. Sí, han pasado muchas cosas maravillosas, casi todas.
El primer día en casa, cuando ya mis padres y amigos se han marchado, paseo por el jardín de mi casa y el de Amalia, siento una enorme tristeza. Nadie ha comentado nada de su ausencia. Al pequeño Lucio no le ha extrañado no encontrársela en su habitación, cinco años no son suficientes para entender el significado de la muerte, así que puede que la haya olvidado... Martín y Diego tampoco han comentado nada, ellos sí tienen edad para entender pero se han callado. Puede que lo hayan pensado y no hayan dicho nada para evitarnos la pena a su padre y a mí. No se lo reprocho, son buenos chicos, aunque hubiera preferido algún comentario.
He sentido una gran tristeza al ver esa casa cerrada y vacía, esa casa en la que he entrado miles de veces desde que hace más de veinte años conocí a Diego y siempre la vi habitada y luminosa.
Por la tarde aparecen Rodrigo y Mónica con sus hijos, abren la casa y los niños empiezan a entrar y salir de ella felices, preparándose para darse un baño en la piscina.
Yo no he entrado, no he podido. Ni siquiera soy capaz de mirar las persianas bajadas de su habitación. No sé cuándo entraré pero no por ahora. Me niego a acostumbrarme a su ausencia tan pronto.
Siento rabia y tristeza al pensar en lo reemplazables que somos los seres humanos, por extraordinarios que hayan sido, aunque es un buen pensamiento como cura de humildad.
martes, 5 de julio de 2011
DIME CÓMO FUNCIONA
Mi vida está rota. Qué dramático, ¿no? Es verdad, todas las cosas que me rodean y que son los ingredientes de lo que se considera el estado del bienestar, están rotas. Es lo que ocurre por marcharse un año y dejarlas solas, las cosas se desgastan de no usarlas, se adormecen hasta morir. El coche no arranca, se quedó sin batería y aunque la recargue se declara en rebeldía, se le cruzan los cables y parece que va a explotar. Lo malo es que no puedo llamar al seguro para que vengan a arreglarlo porque dí de baja todos los seguros. De momento tiro con el viejo Polo de mi madre, aunque sólo por un par de días, que tiene roto el aire acondicionado y si lo uso mucho terminaré escribiendo de nuevo de sudores.
Tampoco funcionan los relojes, ni los aires acondicionados de casa. Las pilas no duran más de un año, ya lo sabéis. Aquí estoy cargado de paquetes de triple AAA, doble AA, con lo fácil que era lo de "las gordas" o "las pequeñas de transistor". También cancelé la cuenta de internet, el seguro médico, el Canal Plus y todas las domiciliaciones posibles. La nevera tiene rota la puerta y no funciona el congelador; la secadora, que era nueva, también se ha puesto en huelga por el año de inactividad; y lo que es peor, dos de los tres retretes de casa tienen rota la cisterna... Por romperse, hasta se ha suicidado una serigrafía de Perejaume que teníamos colgada en la escalera y que además de destrozar cuadro y cristal, en su caída, ha roto los azulejos del suelo. Qué agobio, esto no es vida, sin coche, sin internet, sin tele, sin médico, sin hielo, sin WC...
Se me pone mal genio, regaño a los niños, como si ellos tuvieran la culpa. Martín trata de ayudarme y saca de la estantería su libro preferido: "Dime cómo funciona", lo rechazo pero luego me río y le doy un abrazo. Agobiado ante tanto quehacer doméstico, me recuesto en el sofá... Por cierto, al techo no le iría nada mal una mano de pintura. Me duermo mezclando la sintonía de Serrat y el himno de nuestro regreso, que mi amigo Chema nos ha enviado.
Tampoco funcionan los relojes, ni los aires acondicionados de casa. Las pilas no duran más de un año, ya lo sabéis. Aquí estoy cargado de paquetes de triple AAA, doble AA, con lo fácil que era lo de "las gordas" o "las pequeñas de transistor". También cancelé la cuenta de internet, el seguro médico, el Canal Plus y todas las domiciliaciones posibles. La nevera tiene rota la puerta y no funciona el congelador; la secadora, que era nueva, también se ha puesto en huelga por el año de inactividad; y lo que es peor, dos de los tres retretes de casa tienen rota la cisterna... Por romperse, hasta se ha suicidado una serigrafía de Perejaume que teníamos colgada en la escalera y que además de destrozar cuadro y cristal, en su caída, ha roto los azulejos del suelo. Qué agobio, esto no es vida, sin coche, sin internet, sin tele, sin médico, sin hielo, sin WC...
Se me pone mal genio, regaño a los niños, como si ellos tuvieran la culpa. Martín trata de ayudarme y saca de la estantería su libro preferido: "Dime cómo funciona", lo rechazo pero luego me río y le doy un abrazo. Agobiado ante tanto quehacer doméstico, me recuesto en el sofá... Por cierto, al techo no le iría nada mal una mano de pintura. Me duermo mezclando la sintonía de Serrat y el himno de nuestro regreso, que mi amigo Chema nos ha enviado.
domingo, 3 de julio de 2011
TONTERÍAS
Siempre soy la que peor llevo el jet lag. Dicen que es peor siempre cuando vuelas hacia el este, no se por qué pero es verdad. La primera noche me acosté a las siete de la tarde completamente exhausta. A la una y media mi querido hijo Diego me despierta desorientado diciendo: creía que era ya por la mañana y la noche acaba de empezar. Baja a beber agua y se vuelve a meter en la cama. Yo estaba dormida profundamente por el cansancio y el pastillazo que me había metido y me desperté sobresaltada. Como mi cuerpo sabía que para mí era de día si siguiera en SF, paso dos horas dando vueltas en la cama con esa sensación de no saber si estás dormido o despierto. A las tres y media viene Lucio pidiendo el desayuno, así que me levanto y desayunamos. Me siento bien como se hubiera dormido lo suficiente. Abro las puertas y ventanas y entra un viento suave y fresco. Por lo menos viviendo al revés no voy a pasar calor, pienso. Por la noche todo se ve diferente, todo es misterioso. Casi no hay ruidos y los que me llegan son de insectos y animales pequeños que andan escondidos entre las plantas. Se mueven sigilosamente para no despertarnos. Hago un montón de cosas movida por la fiebre que os contaba de vaciar como sea la casa. Saco la mitad de las cosas de los armarios de la cocina y las meto en una caja grande. Lo regalaré. Cuando ya estoy cansada me pongo un rato a leer y escribir. Van apareciendo, Martín primero, y Diego jr después a desayunar. Ya son casi las nueve de la mañana y decido irme a comprar algo de comida. Afortunadamente no hay ningún coche aparcado delante del mío porque lo arranco sin pisar el embrague y sale disparado hacia delante dando tumbos. Es verdad leches, mi coche no es automático.
En la frutería meto la mano en el bolso y sin pensar le doy un billete de veinte dólares al individuo para pagar. Antes de que lo vea lo guardo rápidamente y le doy la tarjeta de crédito. Más que nada para que no piense que soy subnormal.
Volviendo a casa me paro en en stop y el coche de atrás me pega un gran pitido. Acabo de hacer un stop californiano, es decir paras siempre y te fijas en quién ha llegado primero para pasar en riguroso orden de llegada.
Cocino y me paro delante de los cubos de basura pensando donde tengo que tirar un tetrabrik y las cáscaras de la fruta. Tampoco me acuerdo de como se recicla aquí.
Suena el teléfono y contesto ¿Hello? .........se pensarán que lo hago para tirarme el rollo, pero no, es algo mecánico que sale sin pensar.
Debo hacer un esfuerzo para aterrizar aquí de una vez y dejar de hacer estupideces pero........me da pena acostumbrarme tan rápido a todo. No se si me entendéis. Puede que siga haciendo el stop californiano una temporada. Al fin y al cabo no es peligroso .......es una cuestión sentimental.
En la frutería meto la mano en el bolso y sin pensar le doy un billete de veinte dólares al individuo para pagar. Antes de que lo vea lo guardo rápidamente y le doy la tarjeta de crédito. Más que nada para que no piense que soy subnormal.
Volviendo a casa me paro en en stop y el coche de atrás me pega un gran pitido. Acabo de hacer un stop californiano, es decir paras siempre y te fijas en quién ha llegado primero para pasar en riguroso orden de llegada.
Cocino y me paro delante de los cubos de basura pensando donde tengo que tirar un tetrabrik y las cáscaras de la fruta. Tampoco me acuerdo de como se recicla aquí.
Suena el teléfono y contesto ¿Hello? .........se pensarán que lo hago para tirarme el rollo, pero no, es algo mecánico que sale sin pensar.
Debo hacer un esfuerzo para aterrizar aquí de una vez y dejar de hacer estupideces pero........me da pena acostumbrarme tan rápido a todo. No se si me entendéis. Puede que siga haciendo el stop californiano una temporada. Al fin y al cabo no es peligroso .......es una cuestión sentimental.
LA CASA LLENA
Hemos llegado al aeropuerto de Madrid agotados, borrachos de sueño y con el descontrol del jet lag, pero muy contentos. Ha sido muy emocionante encontrarnos allí a algunos amigos y fundirnos con ellos en un gran abrazo. También estaba mi padre y uno de mis hermanos que han tenido la generosidad de pegarse un gran madrugón y cargar como mulas con unas maletas enormes. Doce en total, si, doce y no exagero.
Al llegar muchas sensaciones extrañas, me extrañan los taxis blancos con su raya roja y no amarillos; me extrañan las casas, son diferentes, hasta las plantas de las jardineras del aeropuerto son distintas. Mucho calor a pesar de ser muy temprano pero mucha alegría. Al llegar a casa mi madre nos espera con un desayuno espectacular, zumos, un bizcocho casero, café, tostadas..... Charlamos sin parar sobre todo del cambio físico de los niños. Lo mucho que han crecido, a Diego le ha cambiado la voz y está más delgado etc. Hablamos y hablamos sin parar.
Un par de veces me he levantado de la conversación y he empezado a recorrer las habitaciones de casa. Mi habitación y mi cuarto de baño por ejemplo, la radio que enciendo mientras me ducho está en su sitio, el cepillo del pelo..... Suena tonto pero que raro es que después de un año todo siga igual. Según voy dando vueltas por la casa siento extrañeza y un cierto malestar. ¿Por qué?, porque está llena de cosas. Hemos estado tanto tiempo viviendo con lo mínimo, que veo una acumulación de objetos que no puedo resistir, reconozco que hasta me he agobiado un poco. Además están las doce maletas pululando y no sé por dónde empezar.
Decido no empezar y dejarlo para más tarde. Me uno de nuevo a la tertulia y como ya son casi las doce, me bebo dos Mahou como si fueran agua.....qué placer volver a saborear nuestra cerveza. Parece un anuncio pero es así.
Otro rato de charla y me decido a vaciar una maleta pero no puedo. Me pregunto qué narices me llevé a San Francisco porque me he puesto a abrir armarios y están hasta arriba de ropa. Así que primero los tengo que vaciar..........qué delirio, no se que hacer. Finalmente pienso que si no lo he necesitado en el último año, tampoco lo necesito ahora. Meto en bolsas casi todo lo que encuentro y decido regalarlo.
Ya tengo guardada la ropa de Martín y Lucio. Me ha costado dos horas de sudor y cabreo. Creo que voy a hacer lo mismo con todos los armarios y la casa en general. Pero no hoy, estoy demasiado cansada y veo que se me puede ir la mano. Mañana más. Son las siete de la tarde, llevo casi treinta horas seguidas sin dormir y me acuesto.
Al llegar muchas sensaciones extrañas, me extrañan los taxis blancos con su raya roja y no amarillos; me extrañan las casas, son diferentes, hasta las plantas de las jardineras del aeropuerto son distintas. Mucho calor a pesar de ser muy temprano pero mucha alegría. Al llegar a casa mi madre nos espera con un desayuno espectacular, zumos, un bizcocho casero, café, tostadas..... Charlamos sin parar sobre todo del cambio físico de los niños. Lo mucho que han crecido, a Diego le ha cambiado la voz y está más delgado etc. Hablamos y hablamos sin parar.
Un par de veces me he levantado de la conversación y he empezado a recorrer las habitaciones de casa. Mi habitación y mi cuarto de baño por ejemplo, la radio que enciendo mientras me ducho está en su sitio, el cepillo del pelo..... Suena tonto pero que raro es que después de un año todo siga igual. Según voy dando vueltas por la casa siento extrañeza y un cierto malestar. ¿Por qué?, porque está llena de cosas. Hemos estado tanto tiempo viviendo con lo mínimo, que veo una acumulación de objetos que no puedo resistir, reconozco que hasta me he agobiado un poco. Además están las doce maletas pululando y no sé por dónde empezar.
Decido no empezar y dejarlo para más tarde. Me uno de nuevo a la tertulia y como ya son casi las doce, me bebo dos Mahou como si fueran agua.....qué placer volver a saborear nuestra cerveza. Parece un anuncio pero es así.
Otro rato de charla y me decido a vaciar una maleta pero no puedo. Me pregunto qué narices me llevé a San Francisco porque me he puesto a abrir armarios y están hasta arriba de ropa. Así que primero los tengo que vaciar..........qué delirio, no se que hacer. Finalmente pienso que si no lo he necesitado en el último año, tampoco lo necesito ahora. Meto en bolsas casi todo lo que encuentro y decido regalarlo.
Ya tengo guardada la ropa de Martín y Lucio. Me ha costado dos horas de sudor y cabreo. Creo que voy a hacer lo mismo con todos los armarios y la casa en general. Pero no hoy, estoy demasiado cansada y veo que se me puede ir la mano. Mañana más. Son las siete de la tarde, llevo casi treinta horas seguidas sin dormir y me acuesto.
sábado, 2 de julio de 2011
QUÉ SUDORES
Nunca me gustaron los gimnasios. Es una cuestión de sudores. Estoy incómodo cuando sudo y más aun cuando lo hago rodeado de otros seres sudantes. De hecho, nunca he ido a un gimnasio, sólo alguna visita esporádica en algún hotel. Sin embargo, en los dos últimos días he hecho pesas por todo un año. Os pongo en situación: trescientos y pico kilos de cosas en un tercer piso sin ascensor. En libras son muchos más, los kilos, que no los pisos. Abajo espera un camión de alquiler para llevar todo al hotel del aeropuerto. Se agradece que la escalera sea de bajada. Sudores.
Escena II, noche, hotel. Baja las diez maletas y siete mochilas. Sudor. Escena III, cuatro de la mañana, hotel, intentamos meter todo nuestro “stuff” en el “Shuttle bus”, “no way”, sudor y nervios. Mando a la mierda a la conductora del autobús y al recepcionista del hotel. Escena IV, 4:30 de la mañana, segundo autobús, está casi lleno, pero si no subimos, perdemos el vuelo. Carga todos los bultos para pasar por encima de la cabeza de todos los pasajeros hasta los asientos de atrás, ninguno mueve un solo dedo pero casi nos aplauden al final. Eso sí, huelen los sudores. Escena V, cinco de la mañana, aeropuerto, sólo hay un carrito, cuesta cinco dólares, cinco viajes de ida y vuelta a todo correr. Cinco sudores. Escena VI, mostrador de US Airways, empleada borde, como todo el mundo que nos hemos cruzado. Todas las maletas van pasadas de peso y nos las rechaza. Montse, previsora, saca dos bolsas vacías de dentro de una maleta. Hay que sacar unas diez libras de cada maleta y meterlas en las dos vacías. Y ¿quién coño sabe cuánto son diez libras?. Escena VII, mostrador de US Airways, diez maletas abiertas en el suelo, rodeadas de japoneses que van a Phoenix y chinos que van a Atlanta. Vuelan raso zapatillas, calzoncillos, libros, cazadoras, juguetes, discos… en un estresante intercambio de libras y sudores. Clavado, todas las maletas pesan cincuenta libras, podemos cerrarlas todas y pasar. No, esa última no la cierres, trae pacá el bote de Axe que me rocíe bien. La empleada se descojona, evitando así que la mande a la mierda.
Y aquí estamos, sentaditos en nuestro avión, rumbo a casa. Lucio y Montse, dormidos; Martín y Diego, escuchando música y yo terminando de escribir esto porque el efecto del desodorante se está acabando y sube un tufillo que me está anestesiando. Creo que en Philadelphia voy a tener que cambiarme y tirar a la basura este polo naranja al que tanto cariño tenía, pero es que sino no pasaremos el control de pasaportes. ¡Qué sudores! Y eso que no hemos llegado al calorcito español.
viernes, 1 de julio de 2011
LA CASA VACÍA
Qué rápido se cae el castillo de naipes. Lo que cuesta montar un mueble de Ikea y lo fácil que se desmonta, se vende o se regala. Martín no es mal hombre de negocios, el sábado sacó una pasta y cumplió su sueño de hacer un Garage Sale. Con la gracia de ser un niño y su labia californiana consiguió vender las guitarras, el tendedero, las raquetas, la estantería y hasta las cadenas del coche por las que sacó el doble de lo que pedía.
Fue toda una experiencia ver a una familia china regateando para llevarse varios de los juguetes de Lucio o un hippie trasnochado hablándome de "Manitas de plata" para conseguir buen precio por las guitarras. Lo cierto es que todas nuestras posesiones han ido saliendo poco a poco. La mayoría, vendidas a bajo precio, pero vendidas; otras regaladas a nuestros mejores amigos y lo demás donado al colegio y a Goodwill, unas ejemplares tiendas gestionadas por y para los homeless.
Y la casa está vacía, esperando al dueño que la revise y nos devuelva la fianza. Vacía y triste, como nosotros. No lo podemos ocultar, lo estamos pasando mal. Fue más fácil salir de Madrid porque sabíamos que dejábamos mucho atrás pero que pronto volveríamos. Aquí, por mucho que digamos que vamos a regresar y que les vamos a volver a ver a todos, no sabemos cuándo ni cómo será.
Hoy, cenando con nuestros amigos Susan y Paul y Mila y Brian en el restaurante más cercano a casa, Frankie, su propietario, un húngaro que ha vivido en Italia, España y San Francisco, se ha fundido en un abrazo y con lágrimas en los ojos nos ha regalado una botella de buen vino californiano. En ese momento me he acordado de una situación similar hace un montón de años. Estábamos en Brasil y entablamos buena amistad con un periodista local; cuando nos despedíamos, un amigo periodista español, ya fallecido, dijo fríamente: "Hasta nunca". A mi me dejó helado y pensativo, pero en el fondo tenía razón.
Por eso nos vamos tristes pero orgullosos de ver que hay mucha gente que nos quiere bien a todos. Esta tarde, mientras cerrábamos la última maleta, ha sonado el timbre, he ido a abrir y he visto unas niñas que salían corriendo. En el suelo habían dejado una tarta casera recién hecha para Martín y aun no sabemos quiénes eran. Por eso entenderéis que no podamos decir hasta nunca.
Fue toda una experiencia ver a una familia china regateando para llevarse varios de los juguetes de Lucio o un hippie trasnochado hablándome de "Manitas de plata" para conseguir buen precio por las guitarras. Lo cierto es que todas nuestras posesiones han ido saliendo poco a poco. La mayoría, vendidas a bajo precio, pero vendidas; otras regaladas a nuestros mejores amigos y lo demás donado al colegio y a Goodwill, unas ejemplares tiendas gestionadas por y para los homeless.
Y la casa está vacía, esperando al dueño que la revise y nos devuelva la fianza. Vacía y triste, como nosotros. No lo podemos ocultar, lo estamos pasando mal. Fue más fácil salir de Madrid porque sabíamos que dejábamos mucho atrás pero que pronto volveríamos. Aquí, por mucho que digamos que vamos a regresar y que les vamos a volver a ver a todos, no sabemos cuándo ni cómo será.
Hoy, cenando con nuestros amigos Susan y Paul y Mila y Brian en el restaurante más cercano a casa, Frankie, su propietario, un húngaro que ha vivido en Italia, España y San Francisco, se ha fundido en un abrazo y con lágrimas en los ojos nos ha regalado una botella de buen vino californiano. En ese momento me he acordado de una situación similar hace un montón de años. Estábamos en Brasil y entablamos buena amistad con un periodista local; cuando nos despedíamos, un amigo periodista español, ya fallecido, dijo fríamente: "Hasta nunca". A mi me dejó helado y pensativo, pero en el fondo tenía razón.
Por eso nos vamos tristes pero orgullosos de ver que hay mucha gente que nos quiere bien a todos. Esta tarde, mientras cerrábamos la última maleta, ha sonado el timbre, he ido a abrir y he visto unas niñas que salían corriendo. En el suelo habían dejado una tarta casera recién hecha para Martín y aun no sabemos quiénes eran. Por eso entenderéis que no podamos decir hasta nunca.
jueves, 30 de junio de 2011
SÓLO SÉ QUE NO SÉ NADA
Mi hermano Rodrigo tiene unos amigos que se llaman Michel y Lidia. De vez en cuando se los tomo prestados. Sobre todo cuando vienen a San Francisco. Michel viene cada año a trabajar e investigar en la Universidad de Stanford y aprovechamos para vernos. El otro día mientras alucinábamos viendo a nuestros hijos hablar inglés entre ellos, él me comentaba cómo funciona el cerebro para almacenar la información y poder aprender cosas. Resulta que el idioma materno está registrado en una parte del cerebro distinta a la del segundo idioma. Algo así como el disco duro, frente a una memoria externa. Pero cuando los chavales lo aprenden muy pronto, consiguen meterlo todo en esa memoria RAM y así es como consiguen ser bilingües y pensar en ambos idiomas. También explicaba que a partir de la adolescencia y la pubertad pasa a ser más difícil aprender, por una cuestión hormonal. Se ve que las neuronas se cansan de estudiar y deciden bajarse de fiesta a los órganos genitales.
Mis neuronas, ni siquiera eso, creo que ya están durmiendo la siesta o simplemente la han palmado. Que no es lo mismo que empalmado. El caso es que después de todo este año, me doy cuenta de que apenas he aprendido nada. Todos los objetivos vitales que me había planteado, se han quedado en eso, en objetivos, eso sí algo desenfocados. No he cambiado el swing, claro está, porque no he jugado al golf. No he aprendido a tocar la guitarra porque mis dedos están atrofiados. No he aprendido árabe porque era una sonada gilipollez venir a Estados Unidos a aprender árabe. A la CIA no le iba a gustar. He aprendido, eso sí, algo de cocina y de otras labores del hogar. Marujo que es uno. He leído poco y he escrito bastante.
En cuanto al inglés, me voy muy contento por el aprendizaje de los niños que pasan a ser mi escudo ante cualquier mostrador, vendedor ambulante, encuestador o viejecita perdida. Antes era yo el que me ponía al frente de la familia, ahora me escondo detrás de Lucito y dejo que ellos se apañen. Yo he mejorado un poquito en comprensión y hablando, lo justo para que me hablen más rápido y no me entere de nada. Montse también aprueba el curso porque además de mejorar mucho el inglés, la hemos recuperado para las nuevas tecnologías. está hecha toda una frikie del I-Pad, ordenador y demás juguetes.
Yo, por no aprender, no he aprendido ni siquiera a atarme los cordones de los zapatos y ya voy teniendo edad ¿verdad?
Mis neuronas, ni siquiera eso, creo que ya están durmiendo la siesta o simplemente la han palmado. Que no es lo mismo que empalmado. El caso es que después de todo este año, me doy cuenta de que apenas he aprendido nada. Todos los objetivos vitales que me había planteado, se han quedado en eso, en objetivos, eso sí algo desenfocados. No he cambiado el swing, claro está, porque no he jugado al golf. No he aprendido a tocar la guitarra porque mis dedos están atrofiados. No he aprendido árabe porque era una sonada gilipollez venir a Estados Unidos a aprender árabe. A la CIA no le iba a gustar. He aprendido, eso sí, algo de cocina y de otras labores del hogar. Marujo que es uno. He leído poco y he escrito bastante.
En cuanto al inglés, me voy muy contento por el aprendizaje de los niños que pasan a ser mi escudo ante cualquier mostrador, vendedor ambulante, encuestador o viejecita perdida. Antes era yo el que me ponía al frente de la familia, ahora me escondo detrás de Lucito y dejo que ellos se apañen. Yo he mejorado un poquito en comprensión y hablando, lo justo para que me hablen más rápido y no me entere de nada. Montse también aprueba el curso porque además de mejorar mucho el inglés, la hemos recuperado para las nuevas tecnologías. está hecha toda una frikie del I-Pad, ordenador y demás juguetes.
Yo, por no aprender, no he aprendido ni siquiera a atarme los cordones de los zapatos y ya voy teniendo edad ¿verdad?
miércoles, 29 de junio de 2011
PREGUNTAS Y RESPUESTAS (FAQ)
Cuando veníamos para acá todo el mundo nos hacía las mismas preguntas y ahora que volvemos, nos encontramos de nuevo con el disco rallado. Cada día repito tres o cuatro veces las mismas cosas así que para evitar que a nuestra llegada vosotros os pongáis también pesaditos, he decidido escribir las respuestas en esta entrada como hacen en la sección de FAQ de las más reputadas webs. "Faq reputadas web", suena todo muy obsceno, pero no lo es, se trata de las preguntas más habituales (Frecuent Asked Questions). Yo también me creía que lo del FAQ era una especie de "¡Qué te follen!" pero va a ser que no.
A lo que íbamos, las preguntas:
-¿Tenéis ganas de volver?
-R. Por un lado sí, por volver a ver a los amigos y a la familia, pero por otro no, nos da mucha pena irnos.
-¿Ha merecido la pena la experiencia?
-R. Sí estamos totalmente convencidos y siempre lo volveríamos a hacer. Sobre todo por los chicos...Bueno y por nosotros, ¡qué coño!
-¿Qué es lo mejor del año?
-R. Ver a los chicos hablar inglés que no hay dios que les entienda.
¿Y lo peor?
-R. Obviando las desgracias y la lejanía de los nuestros, lo peor es tener que decir adiós.
-¿Qué vais a echar de menos?
-R. Los parquímetros con Visa, los agujeros de los donuts, las cervezas con chapa de rosca, los pasos de cebra, el triturador de la pila de la cocina, el SF Chronicle, la sirena de la niebla, el billete de dólar, el Garage Sale, el civismo, el colegio, la libertad, la niebla, la tolerancia, el Golden Gate, las vistas, la naturaleza, las cuestas, Dolores Park, el Océano y un puñado de buenos amigos.
-¿Y que os alegráis de dejar en San Francisco?
-R. El ruido del trolebús por la noche, la ventana sin persiana, las sirenas de las ambulancias, los perros invasivos, las obras del vecino, la pena de muerte, las armas, los homeless, el egoísmo...
-¿Volveréis?
-R. Sí. Seguro. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Cuánto?... Volveremos
-¿Y el blog, que vais a hacer con él?
R. Todavía no nos ha dado tiempo a plantearlo y no vamos a tomar una decisión forzada. Nació de forma natural y si tiene que morir, lo hará de forma natural cuando no tenga sentido. De momento hay algunas cosas guardadas en la nevera y no nos gusta tirar la comida, así que mientras nos apetezca escribir y a alguien le queden ganas de leer, aquí seguiremos. Ya os contaremos...
A lo que íbamos, las preguntas:
-¿Tenéis ganas de volver?
-R. Por un lado sí, por volver a ver a los amigos y a la familia, pero por otro no, nos da mucha pena irnos.
-¿Ha merecido la pena la experiencia?
-R. Sí estamos totalmente convencidos y siempre lo volveríamos a hacer. Sobre todo por los chicos...Bueno y por nosotros, ¡qué coño!
-¿Qué es lo mejor del año?
-R. Ver a los chicos hablar inglés que no hay dios que les entienda.
¿Y lo peor?
-R. Obviando las desgracias y la lejanía de los nuestros, lo peor es tener que decir adiós.
-¿Qué vais a echar de menos?
-R. Los parquímetros con Visa, los agujeros de los donuts, las cervezas con chapa de rosca, los pasos de cebra, el triturador de la pila de la cocina, el SF Chronicle, la sirena de la niebla, el billete de dólar, el Garage Sale, el civismo, el colegio, la libertad, la niebla, la tolerancia, el Golden Gate, las vistas, la naturaleza, las cuestas, Dolores Park, el Océano y un puñado de buenos amigos.
-¿Y que os alegráis de dejar en San Francisco?
-R. El ruido del trolebús por la noche, la ventana sin persiana, las sirenas de las ambulancias, los perros invasivos, las obras del vecino, la pena de muerte, las armas, los homeless, el egoísmo...
-¿Volveréis?
-R. Sí. Seguro. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Cuánto?... Volveremos
-¿Y el blog, que vais a hacer con él?
R. Todavía no nos ha dado tiempo a plantearlo y no vamos a tomar una decisión forzada. Nació de forma natural y si tiene que morir, lo hará de forma natural cuando no tenga sentido. De momento hay algunas cosas guardadas en la nevera y no nos gusta tirar la comida, así que mientras nos apetezca escribir y a alguien le queden ganas de leer, aquí seguiremos. Ya os contaremos...
martes, 28 de junio de 2011
SEREMOS LOS MISMOS
En el proceso de vaciado de armarios y llenado de maletas, me he reencontrado con una lata de sardinas en tomate, Cuca, por supuesto. La traje tras mi último y triste viaje a España y hoy después de acudir a todas las celebraciones de la Pride, me ha parecido un buen motivo. Esta vez no voy con lo de la carne y el pescado. Simplemente me ha apetecido, porque un año fuera de tu tierra te hace siempre añorar sus sardinas. He abierto el "abrefácil" como si estuviera en la sierra madrileña, he estado a punto de cortarme como si estuviera en Santamera, me he manchado de aceite como si fuera el aperitivo del domingo en Madrid y he disfrutado saboreándola como en el descanso del partido del Espanyol. De golpe y porrazo me ha parecido oír a Francino en la radio, a mis sobrinos corriendo por el jardín, a Rubalcaba en la televisión, a Rajoy seseando, a mis cuñados diciendo burradas, a mis amigos riendo a carcajadas, a mis compañeros de trabajo estresados de un lado para otro y a los saharauis, como siempre, puteados.
Un año se pasa volando. Nos lo dijo mucha gente y tenían razón. Y eso que no hemos parado, que hemos vivido cada segundo y que hemos disfrutado y aprendido todo lo que se puede y más. Pero es verdad, parece que fue ayer cuando me volvía loco para conseguir una casa, un colegio y una vida en esta mi ciudad soñada, y ahora ya está todo ese círculo que decía Montse deshecho y preparado todo para volver a nuestra querida tierra.
El otro día Ramón me pedía que no me cortara el pelo para ser un poco distinto de lo que era antes, para que se note algo el cambio y creo que le voy a hacer caso. Después de esta maravillosa experiencia me resisto a que nuestra vida vuelva a ser igual que era antes de volver. No. Cuando hablo con alguien del trabajo me dicen que todo está parecido y que en una semana ya me habré puesto al día. Eso es lo que no quiero y no porque mi vida fuera mala, que ya sé que no lo era, sino todo lo contrario, pero uno quiere que se note de alguna forma la inversión de este año. Puedo tatuarme el escudo de los Giants en el pecho o gritar cada vez que cruzo el puente de la M-30 como lo hago aquí en el Golden Gate. El caso es romper con algunas cosas de la rutina anterior para que la vida no sea un "copy-paste", cambiar de lado en la cama, mover los muebles, hacer obras, sonreír más, coger el metro, andar, pasear, olvidarme el móvil, escribir cartas, tirar a la basura las corbatas, eliminar los prejuicios e intentar trasladar las cosas buenas de aquí a nuestro país, pero dejando las malas para siempre aquí. Pero tranquilos que vosotros no notaréis demasiado, seremos los mismos de antes ¿o no?
Un año se pasa volando. Nos lo dijo mucha gente y tenían razón. Y eso que no hemos parado, que hemos vivido cada segundo y que hemos disfrutado y aprendido todo lo que se puede y más. Pero es verdad, parece que fue ayer cuando me volvía loco para conseguir una casa, un colegio y una vida en esta mi ciudad soñada, y ahora ya está todo ese círculo que decía Montse deshecho y preparado todo para volver a nuestra querida tierra.
El otro día Ramón me pedía que no me cortara el pelo para ser un poco distinto de lo que era antes, para que se note algo el cambio y creo que le voy a hacer caso. Después de esta maravillosa experiencia me resisto a que nuestra vida vuelva a ser igual que era antes de volver. No. Cuando hablo con alguien del trabajo me dicen que todo está parecido y que en una semana ya me habré puesto al día. Eso es lo que no quiero y no porque mi vida fuera mala, que ya sé que no lo era, sino todo lo contrario, pero uno quiere que se note de alguna forma la inversión de este año. Puedo tatuarme el escudo de los Giants en el pecho o gritar cada vez que cruzo el puente de la M-30 como lo hago aquí en el Golden Gate. El caso es romper con algunas cosas de la rutina anterior para que la vida no sea un "copy-paste", cambiar de lado en la cama, mover los muebles, hacer obras, sonreír más, coger el metro, andar, pasear, olvidarme el móvil, escribir cartas, tirar a la basura las corbatas, eliminar los prejuicios e intentar trasladar las cosas buenas de aquí a nuestro país, pero dejando las malas para siempre aquí. Pero tranquilos que vosotros no notaréis demasiado, seremos los mismos de antes ¿o no?
lunes, 27 de junio de 2011
LA PRIDE Y LA NASCAR
Me llama un amigo. Otro más que quiere invitarnos a cenar. Ya no nos quedan días. Me pregunta que dónde hemos ido hoy, le digo que a la Pride y se sorprende: "¿Pero qué se os ha perdido allí, estáis locos?"
Llama otra madre del cole que quiere vernos. Le digo que nos vamos a la Nascar. Pone mala cara, puedo verlo por el teléfono, y dice: "¿A la Nascar, las carreras de coches, tú sabes que tipo de gente va allí, sólo camioneros?"
Dos curiosos acontecimientos que nos han tenido bastante entretenidos durante este último fin de semana en SF. El día y la noche, pero muy parecidos. Uno lleno de gays medio desnudos bailando alocadamente y lesbianas besándose por las esquinas. El otro lleno de barrigas cerveceras, gorras macarras, escotes achicharrados, bigotes y muchos tatuajes. En el primero, en pleno centro de la ciudad, junto al Civic Center, la música disco suena a todo volumen y apenas se puede hablar. Hay siete u ocho escenarios y se llegan a mezclar los sonidos y las voces de los distintos comentaristas. En el otro, en el circuito de Infineon, en una colina junto al precioso valle de Sonoma, el espectacular estruendo de cerca de 50 cacharros dando vueltas a la pista se funde con los gritos de un insoportable comentarista que no para de hablar en toda la mañana. Cuando se van a enterar los comentaristas de los eventos que ellos son un complemento o una pieza del espectáculo y no el espectáculo en sí. En el momento estelar de cada evento quiero oír el ruido de los coches, las motos, las bicis, los homosexuales o los aplausos del público y sólo oigo al speaker chillar.
En los dos hace calor y la gente se quita algo de ropa, en la Pride un poco más. Todos sudan, pero los de la Pride huelen algo mejor. En la Nascar las gradas repletas dan alaridos en cada adelantamiento o en cada accidente; en la Pride los gritos son cada vez que aparece algún elemento con un disfraz estrafalario o lo contrario, es decir, sin disfraz de ningún tipo.
Son públicos muy distintos, me imagino hacer un intercambio por unos minutos. Las lesbianas revolcándose en la hierba de la pelouse con los oídos tapados para no oír los coches y los camioneros eruptando y tirándole cosas a los bailarines gays del escenario del Ayuntamiento.
El caso es que yo me lo he pasado muy bien en los dos sitios, porque siento simpatía por el movimiento gay y porque llevo gasolina en la sangre, y eso que no soy camionero, ni pierdo aceite.
Llama otra madre del cole que quiere vernos. Le digo que nos vamos a la Nascar. Pone mala cara, puedo verlo por el teléfono, y dice: "¿A la Nascar, las carreras de coches, tú sabes que tipo de gente va allí, sólo camioneros?"
Dos curiosos acontecimientos que nos han tenido bastante entretenidos durante este último fin de semana en SF. El día y la noche, pero muy parecidos. Uno lleno de gays medio desnudos bailando alocadamente y lesbianas besándose por las esquinas. El otro lleno de barrigas cerveceras, gorras macarras, escotes achicharrados, bigotes y muchos tatuajes. En el primero, en pleno centro de la ciudad, junto al Civic Center, la música disco suena a todo volumen y apenas se puede hablar. Hay siete u ocho escenarios y se llegan a mezclar los sonidos y las voces de los distintos comentaristas. En el otro, en el circuito de Infineon, en una colina junto al precioso valle de Sonoma, el espectacular estruendo de cerca de 50 cacharros dando vueltas a la pista se funde con los gritos de un insoportable comentarista que no para de hablar en toda la mañana. Cuando se van a enterar los comentaristas de los eventos que ellos son un complemento o una pieza del espectáculo y no el espectáculo en sí. En el momento estelar de cada evento quiero oír el ruido de los coches, las motos, las bicis, los homosexuales o los aplausos del público y sólo oigo al speaker chillar.
En los dos hace calor y la gente se quita algo de ropa, en la Pride un poco más. Todos sudan, pero los de la Pride huelen algo mejor. En la Nascar las gradas repletas dan alaridos en cada adelantamiento o en cada accidente; en la Pride los gritos son cada vez que aparece algún elemento con un disfraz estrafalario o lo contrario, es decir, sin disfraz de ningún tipo.
Son públicos muy distintos, me imagino hacer un intercambio por unos minutos. Las lesbianas revolcándose en la hierba de la pelouse con los oídos tapados para no oír los coches y los camioneros eruptando y tirándole cosas a los bailarines gays del escenario del Ayuntamiento.
El caso es que yo me lo he pasado muy bien en los dos sitios, porque siento simpatía por el movimiento gay y porque llevo gasolina en la sangre, y eso que no soy camionero, ni pierdo aceite.
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