Nos hemos traído de SF, ademas de doce maletas y nuestros queridos hijos, uno más. Cuando faltaba mes y medio para volver, Martín, que siempre es el más sentimental, empezó a ponerse nervioso pensando que tenía que despedirse de todos sus nuevos amigos. Él, que siempre da mil vueltas a las cosas, solucionó su pena pidiéndonos que le dejásemos invitar a su mejor amigo. Diego jr ha tenido la compañía de Simón todo el año y pensamos que Martín estaba en su derecho. Así que aquí está el bueno de Aidan en el continente europeo por primera vez en su vida. Llegó contentísimo y animado y no paró de jugar la primera tarde en casa hasta que las miles de horas de vuelo y el jet lag le hicieron derrumbarse y echarse a llorar preguntando por sus padres desconsoladamente. Es normal todavía son pequeños y además del cansancio y la distancia no entiende casi una palabra de español y se siente desconcertado. No entender es duro y te aisla de la realidad sintiéndote solo a menudo. Nosotros lo sabemos bien porque pasamos por lo mismo los primeros meses. Le hemos mimado y calmado como hemos podido y poco a poco se va sintiendo mejor. Una de las cosas que más le apetecían es ver el centro de Madrid y en cuanto se ha adaptado al horario nos hemos ido a cenar unas tapas.
Y aquí empieza para mi el reencuentro con la ciudad. Es increíble la cantidad de diferencias y pequeños matices que puedes encontrar en la vida cotidiana entre dos ciudades. El tráfico es distinto, hay más coches, más gente por la calle y más ruido. La forma de conducir es diferente y voy cagada de casa a la plaza Mayor, viendo como los coches de delante y detrás se cambian de carril continuamente.
Pasamos por la calle Serrano, que no había visto terminada y alucino, hay una terraza elegantísima en mitad de la acera y todo está más nuevo. Me siento como una paleta que llega a la capital. Voy mirando los escaparates y las caras de la gente con curiosidad y admiración.
Luego viene una de las cosas con las que más he soñado estos meses, encontrarnos con los amigos y por supuesto unas cañas bien frías, tortilla, calamares, patatas bravas........se me hace la boca agua y los amigos que nos acompañan se ríen de mí viéndome comer y beber compulsivamente.
Entramos en la Puerta del Sol y me vuelvo a sorprender del ruido y la cantidad de gente que hay en ella. Me gusta. También están los restos de la acampada de indignados, una de las cosas que me gustaría no haberme perdido, pero veo el ambiente y algunos corrillos de jóvenes debatiendo sus ideas. Me siento orgullosa de tener gente capaz de echarse a la calle. Lo mejor ha sido volver a ver como vivimos los españoles, rodeados de amigos y en la calle. Para terminar un helado delicioso y la cara de sorpresa de Aidan preguntando: ¿Aquí siempre hay tanta gente por la calle?
¡Viva Madrid!
¡¡¡Tanta Gente y tan feos ¡¡¡¡ coñe que el otro día practicando un poco de deporte Nacional ( beber Mahou ***** con tapita variada) nos pusimos a observar y jodeeeeeeeeeeeee, que feos semos. Como se cumpla el dicho " y que se mueran los feos" nos quedamos tres.....jajajajjajaaaa, es que el amor empieza en uno mismo.
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