El verdadero regreso a nuestro país y nuestra vida ha sido llegar a Santamera. Es un sitio único. El valle, el río, los buitres, las hoces, el pantano, la calma, el molino... Y allí nuestra casita de piedra y unos cuantos buenos amigos. Nos hemos reencontrado con esos placeres mundanos que ofrece el fin de semana, los amigos, las paellas, el vinito, los cotilleos, el paseo, la Yamaha dos y medio y dormir hasta las tantas.
El pueblo es muy pequeñito, con 20 ó 30 personas durante el fin de semana pero sólo cinco habitantes a diario. Bueno vivían cinco personas cuando nos fuimos el año pasado y siguen viviendo cinco personas ahora que hemos regresado, aunque no son las mismas cinco. Os explico: el molinero de toda la vida se murió mientras estábamos en San Francisco, con lo cual Asun, la molinera, se ha quedado sola con una mujer que la cuida. Por otro lado, un chaval joven que ha decidido quedarse en el pueblo de granjero, se ha separado ahora de su mujer. Dos bajas, sustituidas por dos altas, una pareja de letones que nuestro amigo Maxi se encontró haciendo autostop en la Nacional II. Sí, letones de Letonia. Son muy altos y ella lleva minifalda de cuello vuelto con lo cual se le ven las amígdalas y están los paisanos un tanto revolucionados. Lo digo porque cuando a mí me hablaron de letones pensé que era algún cruce entre hurones y ardillas, o castores y cobayas...Vamos uno de esos animales peludos y pequeños con ojos saltones y cola erizada que se te cruzan en la carretera a las tantas de la noche.
Lo chocante es que en este lejano pueblo de la Alcarria se oye hablar inglés. Casi más que español, porque además de los letones, este fin de semana hemos llegado nosotros con Aidan para terminar de romper los esquemas a más de uno. Reconozco que a mí también me chocaba asomarme a nuestra terraza por encima del valle a escuchar los pajaritos, la brisa del viento, los rebuznos de Beltrán (el burro del pueblo), los vahídos de las cabras, el zumbido de los mosquitos, mis estornudos de alergia, el correr del agua del río y entre medias los gritos de los chavales: "Wait wait, guys, I got a flat tire, I need to repair my bike..."
Claro que el que me ha descuadrado todo ha sido Lucito que cuando ya habíamos recogido todo y nos disponíamos a subir al coche para regresar a Madrid, me ha preguntado: "¿Papi, nos volvemos ya a España?"... Pobrecillo, qué cacao tiene.
Y a que leches se dedican los letones en Santamera?, A parte de pasear al hurón de la letona... Al pobrecito Aidan habrá flipado en colores de la deep Spain, anda que no va a fardar de historias raras cuando vuelva a su país. Claro que Santamera ya no es lo que era, ya no hay que ir al baño con la azada.
ResponderEliminarYa te digo cuñaaa, seguro que ya se han vuelto tan fissssnos que han sustituido el papel de peridico, por el papel higienico......
ResponderEliminarEl americano ha fipado, ñe parece todo muy viejo y bonito. Los letones iban camino de Holanda, van trabajando donde pueden para ahorrar y segir su viaje. En Santamera Maxi les ha ofrecido vivir en una caravana y comida a cambio de cuidar a las cabras, gallinas, cerdos etc.......los del pueblo alucinan diciendo.....nunca vimos una cabrera con minifalda jajaja.
ResponderEliminarQue va Marta, seguimos siendo muy hippies.
¿Cuando hablas de ojos saltones y cola erizada estás hablando de los paisanos al mirarle el culo a la letona? Besos
ResponderEliminarSi Manolo, se les salían los ojos jajaja
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