Nunca me gustaron los gimnasios. Es una cuestión de sudores. Estoy incómodo cuando sudo y más aun cuando lo hago rodeado de otros seres sudantes. De hecho, nunca he ido a un gimnasio, sólo alguna visita esporádica en algún hotel. Sin embargo, en los dos últimos días he hecho pesas por todo un año. Os pongo en situación: trescientos y pico kilos de cosas en un tercer piso sin ascensor. En libras son muchos más, los kilos, que no los pisos. Abajo espera un camión de alquiler para llevar todo al hotel del aeropuerto. Se agradece que la escalera sea de bajada. Sudores.
Escena II, noche, hotel. Baja las diez maletas y siete mochilas. Sudor. Escena III, cuatro de la mañana, hotel, intentamos meter todo nuestro “stuff” en el “Shuttle bus”, “no way”, sudor y nervios. Mando a la mierda a la conductora del autobús y al recepcionista del hotel. Escena IV, 4:30 de la mañana, segundo autobús, está casi lleno, pero si no subimos, perdemos el vuelo. Carga todos los bultos para pasar por encima de la cabeza de todos los pasajeros hasta los asientos de atrás, ninguno mueve un solo dedo pero casi nos aplauden al final. Eso sí, huelen los sudores. Escena V, cinco de la mañana, aeropuerto, sólo hay un carrito, cuesta cinco dólares, cinco viajes de ida y vuelta a todo correr. Cinco sudores. Escena VI, mostrador de US Airways, empleada borde, como todo el mundo que nos hemos cruzado. Todas las maletas van pasadas de peso y nos las rechaza. Montse, previsora, saca dos bolsas vacías de dentro de una maleta. Hay que sacar unas diez libras de cada maleta y meterlas en las dos vacías. Y ¿quién coño sabe cuánto son diez libras?. Escena VII, mostrador de US Airways, diez maletas abiertas en el suelo, rodeadas de japoneses que van a Phoenix y chinos que van a Atlanta. Vuelan raso zapatillas, calzoncillos, libros, cazadoras, juguetes, discos… en un estresante intercambio de libras y sudores. Clavado, todas las maletas pesan cincuenta libras, podemos cerrarlas todas y pasar. No, esa última no la cierres, trae pacá el bote de Axe que me rocíe bien. La empleada se descojona, evitando así que la mande a la mierda.
Y aquí estamos, sentaditos en nuestro avión, rumbo a casa. Lucio y Montse, dormidos; Martín y Diego, escuchando música y yo terminando de escribir esto porque el efecto del desodorante se está acabando y sube un tufillo que me está anestesiando. Creo que en Philadelphia voy a tener que cambiarme y tirar a la basura este polo naranja al que tanto cariño tenía, pero es que sino no pasaremos el control de pasaportes. ¡Qué sudores! Y eso que no hemos llegado al calorcito español.
No te quejes que no has perdido ninguna maleta, cuando Antonio volaba una vez al mes a Europa solía volver sin maleta a Canadá, siempre se la perdían. Y la de mierdas que os habéis traído de allí que ahora no vais a utilizar que?
ResponderEliminarEspero que en el abrir y cerrar de maletas no se os hayan perdido los regalos que nos traéis a los más fieles lectores del blog, que nos lo merecemos sin ninguna duda!!!
ResponderEliminarBesos
Bienvenidos!!!
ResponderEliminar¡¿¿ pero no dicen que la gente mayor no suda?? ¡¡
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