miércoles, 6 de julio de 2011

LA VUELTA Y LA AUSENCIA

Cientos de objetos me miran de forma extraña e impertinente desde el mismo sitio donde los dejé hace un año, una espumadera que hay colgada en la cocina, el reloj de la mesilla, los libros de la estantería de mi cuarto..... Encima de ellos hay uno apartado. Recuerdo haberlo tenido en la mano el día antes de marcharnos, dudando si llevarlo o no. Después de tantos meses me resulta muy extraño recordarlo ahora con la misma nitidez que si hubiera sido ayer, con la cantidad de experiencias que hemos vivido, no entiendo que la apariencia de las cosas sea exactamente la misma. Es una gilipollez, pero me habría resultado más fácil haber encontrado cambios, el sofá de otro color, algunas cosas en diferente sitio o que en el jardín hubiera aparecido un árbol nuevo. En realidad me paro a pensarlo y las cosas parece que están igual pero no son las mismas. Nada mas atravesar la puerta he tenido la sensación de entrar en una casa atestada de cosas, muchas, demasiadas, las mismas que había hace un año y entonces no me estorbaban. También he encontrado todo muy desordenado y las paredes muy sucias. Me fijo que por todas partes hay algún desperfecto que no sabía que existía y no entiendo como no hice algo para repararlo. Un desconchón en una pared, una grieta, una columna llena de marcas de dedos sucios....
Lo que más me ha gustado es haberme encontrado en el porche de la cocina una enredadera que ha crecido a sus anchas durante nuestra ausencia. De forma incontrolada se extiende por el techo hasta casi encima de la mesa. Nadie ha cortado los extremos y hay un montón de ramas que cuelgan del techo hacia el suelo. Está precioso. La hiedra ha ocupado el hueco que nosotros dejamos, libre sin preocuparse de por dónde avanza. Lo encuentro lógico y me gusta. Por eso no voy a cortarla. La dejé abandonada a su suerte, ha crecido por derecho propio. Llegar con las tijeras y en cinco minutos obligarla a volver donde estaba como si aquí no hubiera pasado nada, me parece una falta de respeto. Sí, han pasado muchas cosas maravillosas, casi todas.
El primer día en casa, cuando ya mis padres y amigos se han marchado, paseo por el jardín de mi casa y el de Amalia, siento una enorme tristeza. Nadie ha comentado nada de su ausencia. Al pequeño Lucio no le ha extrañado no encontrársela en su habitación, cinco años no son suficientes para entender el significado de la muerte, así que puede que la haya olvidado... Martín y Diego tampoco han comentado nada, ellos sí tienen edad para entender pero se han callado. Puede que lo hayan pensado y no hayan dicho nada para evitarnos la pena a su padre y a mí. No se lo reprocho, son buenos chicos, aunque hubiera preferido algún comentario.
He sentido una gran tristeza al ver esa casa cerrada y vacía, esa casa en la que he entrado miles de veces desde que hace más de veinte años conocí a Diego y siempre la vi habitada y luminosa.
Por la tarde aparecen Rodrigo y Mónica con sus hijos, abren la casa y los niños empiezan a entrar y salir de ella felices, preparándose para darse un baño en la piscina.
Yo no he entrado, no he podido. Ni siquiera soy capaz de mirar las persianas bajadas de su habitación. No sé cuándo entraré pero no por ahora. Me niego a acostumbrarme a su ausencia tan pronto.
Siento rabia y tristeza al pensar en lo reemplazables que somos los seres humanos, por extraordinarios que hayan sido, aunque es un buen pensamiento como cura de humildad.

3 comentarios:

  1. A las ausencias uno no se acostumbra, las admite, las madura, las interioriza y las asume como parte misma de la vida. Se aprende a vivir sin la presencia física, nunca sin la espiritual que estará presente mientras nosotros queramos, lo que significa que hay que mirar hacia delante, sin olvidar lo de atrás, y echarle un par de narices, aunque solo sea para dar ejemplo a nuestros hijos. Muchos ánimos.

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  2. (¿Cuándo vais a cambiar la hora al blog, y quizá el título? Besos)

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  3. Es verdad Mati cualquier dia de estos tendré que entrar y el tiempo lo cura todo.pero primero necesito recuperame del maldito jet lag para sentirme con fuerzas.
    Manolo tienes razón ya no tiene sentido ese título aver que se nos ocurre......

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