lunes, 20 de enero de 2014

I LEFT MY HEART IN SAN FRANCISCO...

...And here I am to pick it up. Casi tres años después hemos vuelto a nuestra segunda ciudad, a recorrer sus calles, subir sus cuestas, respirar su marihuana, tomar su sol de invierno, respetar sus pasos de cebra, flipar con su hipsterismo y gritar cruzando el Golden Gate. Todo sigue igual, todo está en su sitio. Sin noticias del big one (el terremoto), ni de la big one (la crisis) con lo cual la bahía respira optimismo y buen rollito por todas partes.
En estos tres años ha pasado por aquí la America's Cup vertiendo un poco más de dinero y de lustro sobre la ciudad y han celebrado el 75 aniversario del puente más famoso del mundo y que sigue siendo permanente fuente de ingresos por el turismo. También los Giants han ganado un nuevo título y los 49ers se han situado en la élite (tanto que esta tarde se la juegan para entrar en la Superbowl). En la ciudad hay nuevos edificios, Twitter está remodelando toda la parte más cutre de Market street y los chinos han comprado bloques enteros de apartamentos. El exploratorium ha cambiado de sitio y ahora está en un muelle al lado del Ferry Building; el Bay Bridge ya está ensanchado, el tráfico es más fluido y por la noche está iluminado con leds; su hermano rico, el Golden Gate, también se ha agilizado con un nuevo sistema de peaje por imagen (te leen la matrícula y te cobran el importe del peaje en tu Visa). Mis parques favoritos, Dolores Park y North Beach se han popularizado tanto que ya no hay quien encuentre medio metro de hierba en el que sentar tus posaderas; el campeonato de originalidad, frikismo y hipsterismo se ha desbordado y ya nadie esconde ni el porro, ni el alcohol en lo que es todo un ejemplo de macrobotellón civilizado, con retretes químicos instalados por el ayuntamiento y jóvenes civilizados que se llevan la basura que producen. Los homosexuales siguen estando en la ciudad de sus sueños, aunque recientemente han recibido dos golpes bajos de calado, la vuelta atrás en los matrimonios del mismo sexo y la prohibición de mostrar sus vergüenzas en público.
Lo que no cambian son los grandes contrastes a los que nos tiene acostumbrados esta sociedad y de los que no me cansé de hablar mientras este blog estuvo activo. Cada mañana decenas de autobuses de lujo salen de la ciudad más maravillosa del mundo para llevar al Silicon Valley a los muy bien pagados empleados de Facebook, Google, Yahoo, Apple... Y con gran civismo se detienen en los pasos de cebra para que crucen de forma parsimoniosa los homeless más desarrapados del mundo, medio chiflados, medio fumados y totalmente incorporados al paisaje de la ciudad, tanto que no se les ve si no les miras.
Y lo mejor de todo para los turistas, aunque empieza a ser una pesadilla para los locales, es que la niebla, el viento y el frío se han quedado más allá de Hawai y mientras en el este del país las pasan putas con la ola de frío, en California hace más calor en enero del que nunca haya hecho en verano.
No está mal esta ciudad.

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